Leo McCarey es, dentro del cine norteamericano clásico, uno de los directores que más trabajaron el concepto de ambigüedad emocional en sus películas. (Otros dos destacados serían Frank Borzage y John Ford -a quien ya me he referido recientemente en este sentido.) En efecto, sus películas están repletas de radicales cambios de tono, oscilando entre la comedia y el drama con una agilidad (¡y ambivalencia!) pasmosas.
Once upon a honeymoon constituye, a este respecto, un ejemplo culminante de su estética, si bien no se trata del más conseguido. En él, McCarey intenta combinar el drama de intriga y espionaje con mensaje antinazi con su característica comedia de cortejo (en la línea de la screwball commedy). El resultado es, desde luego, característico (aunque no del todo logrado): un drama antinazi que parece, por momentos, incurrir en la frivolidad (los protagonistas pasan sin inmutarse por centros de internamiento para judíos, por el bombardeo de Varsovia,...). Pero, también (y ello resulta acaso más notable), una comedia de cortejo notablemente ominosa: un cortejo en el que la muerte y el terror rodean constantemente a la pareja protagonista, haciendo que su historia de enamoramiento aparezca ante el/a espectador(a) como un esfuerzo más bien triste.
Un ejemplo característico de la ambigüedad del tratamiento de la historia narrada lo tenemos en las escenas finales: al fin, los dos protagonistas son capaces de encarar su futuro, en los Estados Unidos, con ciertas perspectivas de consolidación de su relación. Pero ello se ha logrado al precio de la muerte del marido de ella, a sus manos. Y, en todo caso, parecen permanecer en el horizonte grandes nubarrones: la evidente posibilidad de que el imperialismo nazi pretenda extenderse al "Nuevo Mundo". Nada, pues, que pueda ser visto con ninguna suerte de alegría exaltada, tan sólo un cierto (y provisional) confort del corazón parecería apropiado. Es este peculiar tono narrativo, el característico de McCarey.
Propongo, en este sentido, un sencillo ejercicio mental: compárese Once a honeymoon con To be or not to be (Ernst Lubitsch. 1942), película del mismo año y temática similar. Sin embargo, en la película de Lubitsch resulta evidente el tono de farsa, con intención satírica, de la narración. De manera que la seriedad queda reservada a la intención última (política), de ridiculizar la pomposidad y ceguera de los nazis, al tiempo que se retrata su crueldad. No hay, pues, ambigüedad alguna. Nada, por lo tanto, comparable a lo que ocurre en la película de McCarey.
Once upon a honeymoon constituye, a este respecto, un ejemplo culminante de su estética, si bien no se trata del más conseguido. En él, McCarey intenta combinar el drama de intriga y espionaje con mensaje antinazi con su característica comedia de cortejo (en la línea de la screwball commedy). El resultado es, desde luego, característico (aunque no del todo logrado): un drama antinazi que parece, por momentos, incurrir en la frivolidad (los protagonistas pasan sin inmutarse por centros de internamiento para judíos, por el bombardeo de Varsovia,...). Pero, también (y ello resulta acaso más notable), una comedia de cortejo notablemente ominosa: un cortejo en el que la muerte y el terror rodean constantemente a la pareja protagonista, haciendo que su historia de enamoramiento aparezca ante el/a espectador(a) como un esfuerzo más bien triste.
Un ejemplo característico de la ambigüedad del tratamiento de la historia narrada lo tenemos en las escenas finales: al fin, los dos protagonistas son capaces de encarar su futuro, en los Estados Unidos, con ciertas perspectivas de consolidación de su relación. Pero ello se ha logrado al precio de la muerte del marido de ella, a sus manos. Y, en todo caso, parecen permanecer en el horizonte grandes nubarrones: la evidente posibilidad de que el imperialismo nazi pretenda extenderse al "Nuevo Mundo". Nada, pues, que pueda ser visto con ninguna suerte de alegría exaltada, tan sólo un cierto (y provisional) confort del corazón parecería apropiado. Es este peculiar tono narrativo, el característico de McCarey.
Propongo, en este sentido, un sencillo ejercicio mental: compárese Once a honeymoon con To be or not to be (Ernst Lubitsch. 1942), película del mismo año y temática similar. Sin embargo, en la película de Lubitsch resulta evidente el tono de farsa, con intención satírica, de la narración. De manera que la seriedad queda reservada a la intención última (política), de ridiculizar la pomposidad y ceguera de los nazis, al tiempo que se retrata su crueldad. No hay, pues, ambigüedad alguna. Nada, por lo tanto, comparable a lo que ocurre en la película de McCarey.