Decía el otro día que debe aceptarse como posible (y legítimo) el tratamiento cómico de cualquier tema, por "grave" que el mismo pueda parecer en un principio. En Four lions, dicho tema es el del "terrorismo". Y, en particular, en su variedad fundamentalista islámica.
La película presenta a cuatro musulmanes británicos de escasas luces, fascinados por la imaginería de la lucha armada fundamentalista, pugnando por convertirse en "luchadores de la yihad". Presenta su confusión mental e ideológica, sus pueriles intentos por convertirse en auténticos guerrilleros y los risibles esfuerzos que realizan por llevar a cabo acciones armadas que les pongan en las primeras páginas de los periódicos. Nos muestra, pues, cómo estos sedicentes "guerreros del islam" son, en realidad, tan occidentales como cualquiera de nosotr@s, en la medida en que se hallan completamente fascinados por la posibilidad de capturar sus "quince minutos de gloria"; y en que son más capaces de formular sus aspiraciones, sus deseos, que de articular una acción política consistente.
Hasta aquí, la vertiente más paródica de la película. Sin embargo, la parodia alcanza profundidad en la medida en que la historia se va volviendo amarga: es posible que los ideales de los protagonistas resulten confusos y demediados. Pero ello no empece a que ellos acaben por morir (en un revoltijo de confusión, caos y estulticia, eso sí, no en la gloria -mediática- a la que aspiraban). Y, junto con ellos, diversas personas más. Es decir, lo absurdo de los fines y lo ridículo de las estrategias no impide que produzca resultados (cuando menos, en términos de sufrimiento humano).
(Aunque sea tal vez pedir mucho de una parodia, uno no deja de echar de menos algo más de detenimiento en la narración de los antecedentes de los protagonistas: ¿cómo llegan a estar tan obsesionados por alcanzar la "gloria" a través de la acción armada?)
