Simplificando, es posible dividir en dos grandes grupos a l@s director@s de películas de acción (ese extraño género contemporáneo, trasunto actual -casi siempre muy degradado desde el punto de vista formal- en el plano ideológico de lo que, en el cine clásico, era el western): aquell@s que pretende exaltar el escenario (Michael Bay, por ejemplo: explosiones, planos aéreos espectaculares, velocidad, "más difícil todavía",...) y aquell@s otr@s que, por el contrario, pretenden exaltar al héroe (Kathryn Bigelow, por ejemplo).
David Mamet se hallaría, desde luego, en este segundo grupo. En Spartan, nos presenta otra de sus historias construidas alrededor de un héroe (varón siempre) luchando en solitario contra la adversidad (contra todo y contra tod@s), y (re)construyendose su espíritu durante este empeño.
Es claro que Mamet construye como nadie estas historias de épica solitaria y trágica. Se trata, desde luego (y hay aquí una diferencia esencial con director@s como Kathryn Bigelow, que presenta a sus héroes en contextos mucho más realistas), de puros mitos: ¿quién podría creer que este soldado -Val Kilmer- es capaz de superar todos sus condicionamientos y también todos los obstáculos para hallar su victoria? Y, sin embargo, Mamet es capaz, a través de una puesta en escena conscientemente austera, de volvernos verosímil a su héroe: enternecedor en su sacrificio.
(Sylvester Stallone o Jean-Claude Van Damme, abonados últimamente, después de sus largas y erráticas carreras, a ejercicios revisionistas y purificadores, deberían aprender: sólo un héroe (presentado como) modesto puede ser puro.)