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viernes, 21 de julio de 2023

The angry hills (Robert Aldrich, 1959): una segunda revisión



(Me ocupé ya de revisar esta película en una entrada de este Blog de 2011, disponible aquí)

Volviendo a ver el otro día esta película (que en principio parecía ser una película más sobre espionaje, resistencia al nazismo y ambientación bélica), quedé bastante sorprendido. En primer lugar, por la constante deriva de su argumento, que empieza pareciendo de Alfred Hitchcock (personaje anónimo metido en apuros por intrigas ajenas a él y por puro azar), para pasar a ser una película de Jean Renoir (resistencia antinazi de un pueblo ocupado) y acabar en algo parecido a Casablanca; todo el tiempo, aparentar ser una de espionaje. Este carácter derivativo del argumento, junto con lo mal retratados que están algunos de sus personajes principales (notoriamente, el del pretendido protagonista, Mike Morrison -Robert Mitchum-, que en todo caso es el personaje que guía al espectador en el seguimiento de la trama, a través de sus encuentros con el resto de personajes), hace que la película resulte bastante irregular, e insatisfactoria desde un punto de vista narrativo.

Pese a ello, creo que posee algún interés por, al menos, dos razones. La primera es la agudeza con la que están descritos algunos de sus personajes secundarios: notablemente, el de Dimitrios Tassos, el colaborador griego de la Gestapo (Theodore Bikel) o los de algunos de los resistentes (Dr. Stergion-Donald Wolfit- y Chesney -Sebastian Cabot).

Pero, ante todo, la película resulta curiosa por el retrato hondamente humano y más bien positivo que realiza del agente de la Gestapo encargado de perseguir al protagonista (Stanley Baker). En efecto, si The angry hills destaca por algo en el contexto del cine bélico de la época es por su renuncia a todo maniqueísmo. Presenta, así, a resistentes griegos que viven rodeados de compatriotas que, por oportunismo o por miedo, se convierten en traidores y en delatores. Y, en cambio, muestra a un agente alemán que opera con inteligencia y no por mera fuerza bruta. Con conocimiento del medio social en el que actúa y de los efectos políticos que la represión indiscriminada producen. Que comparte su vida con mujeres griegas, a las que aprecia, sin manifestar ningún síntoma de racismo. Y que, en fin, en el desenlace de la película termina por mostrar su honda humanidad: de entre "los dos Conrad Heisler" -así se afirma en los diálogos de la película- que existen en él (el ser humano con capacidad para la interacción y las emociones, y el ejecutor de órdenes de sus superiores), acabará predominando el primero sobre el segundo. Demasiado inteligente, demasiado sensible -parecería decirnos la narración- para ser un mejor instrumento en manos del sistema político, Heisler finalmente prioriza su autonomía, su humanidad.

Cabe dudar, desde luego, de que este retrato tan matizado de un agente de espionaje de un estado autoritario (y de cualquier aparato militarizado de cualquier estado, podríamos generalizar) resulte muy verosímil, ya que las evidencias indican, más bien al contrario, que la mayoría de tales agentes priorizan su condición de instrumentos sobre su humanidad (es más cómodo, más seguro, menos inquietante,...). Pero, aun si eso es así, que una película sobre nazis y resistentes sea capaz de romper con los estereotipos característicos del cine bélico de la época de un modo tan radical, no deja en cualquier caso de resulta notable, y digno de ser resaltado. (Que su director fuese Robert Aldrich, un auténtico iconoclasta a la hora de abordar todos y cada uno de los géneros que transitó en su larga carrera, seguramente no es una mera casualidad...)

Así pues: una curiosidad, no particularmente destacable por su calidad, pero que sí que merece ser vista, por sus llamativas originalidades en el tratamiento dramático de un tema tan manido.




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