X

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

domingo, 29 de mayo de 2016

Omoide no Mânî (=El recuerdo de Marnie) (Hiromasa Yonebayashi, 2014)


El cine japonés y, especialmente, el que viene produciendo el estudio Ghibli (con el gran Hayao Miyazaki como adalid máximo), parece ser el que menos dificultades tiene a la hora de hacer convivir de manera armónica en sus narraciones tramas realistas y tramas fantásticas.

En efecto, mientras que lo habitual en el cine occidental (hay excepciones, desde luego, pero pocas... y, además, muchas no resultan estéticamente muy relevantes) es que los componentes fantásticos y los realistas colisionen (y, de hecho, de tal colisión ha extraído la tradición narrativa de dicho cine enormes réditos), en cambio, en el cine de la productora japonesa los aspectos fantásticos de la existencia humana (del contenido de su mente) vienen a completar, y a complementar, a los más realistas. Especialmente, por lo que hace a la configuración de la personalidad (psíquica) de sus personajes: en ella importa tanto lo que se ha sido como lo que se es, lo que se piensa como lo que se imagina haber sido, o haber podido ser.

Todo lo cual se plasma, en el universo narrativo, a través de la presencia constante de fantasmas, que conviven -en el psiquismo de los personajes, cuando menos- con otros componentes de la vida mental, de aquello que dota de sentido a la existencia humana. Unos fantasmas que, sin duda, ostentan un estatus ontológico ambiguo (¿son invenciones, son realidades materiales, son mera imaginación, pertenecen a un cuarto mundo, paranormal,...?), pero cuya potencialidad causal, para influir en la configuración de la existencia humana, apenas puede ser puesta en cuestión, en el universo narrativo en el que se enmarcan.

Omoide no Mânî resulta, en este sentido, ejemplar como ilustración de la tendencia estética acabada de exponer. Sin recurrir a la desbordante fantasía habitual en otras producciones del estudio (en las de Miyazaki, muy particularmente), pese a ello, la película se construye sobre la base de visualizar el inconsciente de la protagonista, capaz así de reconstruir su memoria y su biografía; y, sobre todo, las experiencias más primordiales, originarias de su existencia.

Nos hallamos, pues, ante una auténtica muestra de cine psicoanalítico, en el más noble sentido de la expresión. (Y en el menos retórico: nada más lejos que esta película de los amaneramientos característicos del cine psicoanalítico norteamericano de la década de los cuarenta del pasado siglo; de, digamos, Spellbound (Alfred Hitchcock, 1945) o Secret beyond the door (Fritz Lang, 1947). Pero, igualmente, de esa otra forma de amaneramiento tan presente en el cine también de raigambre psicoanalítica de, por ejemplo, Bernardo Bertolucci en sus películas de la década de los setenta...)

Pero de un cine psicoanalítico que, sin embargo, transcurre bajo el signo de la sencillez: disfrazado de fábula infantil, en realidad, sobre las turbulencias de al preadolescencia y su descubrimiento de las complejidades de lo real.

Así, a diferencia de tantas películas, Omoide no Mânî ofrece más, bastante más, de lo que en principio parecería prometer. Ofrece, sí, una fábula infantil, apta para todos los públicos. Pero también una historia de desorientación existencial y búsqueda y recuperación -y reconstrucción- del propio sentido de la vida. O también una dulce historia fantástica.

Todo ello, al tiempo, sin alzar la voz. A través de imágenes plácidas (que mantienen en su fondo las inquietantes cuestiones que en realidad se están planteando, sin permitir que dominen la retórica de la narración), de una rara perfección técnica, y -como suele ocurrir con el cine del estudio- evocadoramente poéticas. En verdad, no parece razonable pedir mucho más.




Más publicaciones: