A lo largo de su carrera, Peter Bogdanovich ha transitado en varias ocasiones por el género cómico: en What's up, Doc?, en Noises off, en Paper moon, en They all laughed,... Siempre, sin embargo, ha dado la impresión de adoptar más bien un enfoque al respecto que podríamos calificar de "caligráfico": que cada una de sus comedias era, ante todo y sobre todo, un ensayo (en el doble sentido: de género literario de estudio y reflexión, pero también de prueba dramática) en torno a los mecanismos del género. Quiero decir con ello que rara vez en alguna de sus comedias hemos podido apreciar algo más que una máquina (más o menos, según los casos) bien engrasada, funcionando a pleno rendimiento. Aunque, acaso, algo carente de alma.
Piénsese, por ejemplo, en What's up, Doc?, seguramente su ejercicio más exitoso de construcción de una comedia de enredo al modo clásico. Es divertida, seguro. Sin embargo, si la comparamos con lo que constituyen sus explícitos puntos de referencia, la screwball comedy norteamericana de treinta años atrás (y, en concreto, Bringing up baby -Howard Hawks, 1938), comprobaremos enseguida que existe una diferencia fundamental: aquellas comedias constituían lúcidos y desprejuiciados comentarios (pese a estar, por razones comerciales, censurados) acerca del tránsito a la modernidad urbana y postradicional que se estaba experimentando en la época en los Estados Unidos de América y en los países europeos más desarrollados, con todas las tensiones (en las relaciones de clase, de género, sexuales, en los espacios urbanos, etc.) que ello acarreaba. En cambio, What's up, Doc? es, tan sólo (¡tan sólo!), un enredo, divertido y bien urdido, pero prácticamente carente de relevancia en tanto que comentario social: las ligeras malicias acerca de las ridiculeces del hippismo apenas pueden tomarse por tales.
Sirvan las reflexiones anteriores como prolegómeno al comentario que una película como She's funny that way merece. Otra vez, un enredo, de tensiones sexuales e infidelidades, esta vez abiertamente inspirado los modos de los guiones de Woody Allen, es puesto en imágenes, con las ya habituales, en el director, escenas de entradas, salidas, puertas que se cierran y se abren, personajes que se ocultan y que son descubiertos. Ahora, sin embargo, justamente al modo de Woody Allen (pero sin su maestría para desarrollarla y extraerle todas sus potencialidades), la trama es muy menor, muy corta. El enredo es también pequeño, con lo que la diversión disminuye. Una comedia alicorta, en suma, en tanto que artificio genérico.
Y, por lo que hace a su trascendencia (no formal, en todo caso: ya hemos visto que Bogdanovich nunca ha apostado -como sí que lo ha hecho, por ejemplo, Allen- por renovar las formas del género), acaso baste hacer una comparación, odiosa pero significativa: si el mayor interés, desde el punto de vista temático, de una película como She's funny that way debería estar, en principio, en el tratamiento de las paradojas, contradicciones y absurdos de la contraposición entre las relaciones de pareja tradicionales y el sexo de pago, sin embargo, en la película apenas hallaremos al respecto sino apuntes deslavazados y superficiales. Acuda, pues, mejor el/la espectador(a), si desea un tratamiento cinematográfico cómico, pero vivaz, sobre el tema, a cualquiera de las películas que Billy Wilder le dedicó: a The apartment, a Irma la Douce, a Kiss me, stupid,... O también a alguna película de Preston Sturges (estoy pensando en The Palm Beach story). Porque en She's funny that way no hallará otra cosa que algo de diversión, superficial, olvidable. No es poca cosa, es cierto. Pero tampoco es demasiado.