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jueves, 20 de agosto de 2015

Las estrategias políticas de ruptura deberían estar a medio camino entre el acomodamiento y las novelas de fantasía


Hoy, las Marchas de la Dignidad han anunciado oficialmente que la proyectada huelga general (que venían anunciando, desde antes del verano, para el día 22 de octubre), que se suponía que iban a convocar sin el concurso de los grandes sindicatos, será sustituida por una "jornada de lucha".

Porque pienso que, detrás de esta noticia hay algo que va más allá de lo anecdótico, que tiene que ver con las estrategias (o falta de ellas) de nuestras izquierdas, sobre su probada capacidad para tomar sus deseos por realidades, reproduzco a continuación un breve intercambio que he tenido, con amig@s, en Facebook sobre el tema, ya que creo que posee algún interés general, al menos para suscitar el debate:

Comentario I:

Yo he estado en las Marchas de la Dignidad tanto en 2014 (cuando no cabíamos en Madrid) como en 2015 (cuando no éramos muchos), así que no tengo que demostrar que apoyo sus fines y sus medios. Pero, una vez más, no dejo de maravillarme ante la capacidad de las izquierdas españolas para tomar sus deseos por realidades: decidieron que iban a convocar (¡ellos solitos, por qué no!) una huelga general en octubre, sin contar con los "sindicatos vendidos y traidores" (ese es el nivel de la jerga sectaria).

Ahora que la fecha se aproxima, se dan cuenta, claro está, de que lo único que son capaces de hacer es el ridículo: ¿una huelga en España sin los grandes sindicatos? ¡Me muero de la risa! Y cambian, y convocan una "jornada de lucha". Y se quedan tan anchos: ni crítica ni autocrítica, hemos cumplido. Y el que no le guste es un revisionista, traidor o quién sabe qué.

Me temo que, con este nivel en el diseño estratégico, nuestra oligarquía puede seguir durmiendo tranquila...

Comentario II (en réplica a una observación que, en relación con mi comentario anterior, comparaba la actitud de las Marchas con la actitud derrotista de los grandes sindicatos):

Está claro el nivel (de sumisión) en el que se mueve la sociedad española: la gente está dispuesta a protestar, pero no a arriesgar ni un pelo, con la que está cayendo. A los sindicatos se les puede criticar, en efecto, por haber dado eso por bueno y diseñar movilizaciones bajo el presupuesto de que nadie se va a querer mojar demasiado, así que para qué...

Y por eso hacen falta cosas como las Marchas (como, antes, el 15-M, con sus críticas a los sindicatos), que acicateen desde la izquierda y vayan más lejos: sean capaces de promover la desobediencia y la insumisión.

Mi crítica no es a la idea en sí, sino a esa forma de diseñar "estrategias" -por llamarlas de algún modo- que consiste en vivir en los "mundos de yupi", decidir "hay que...", pensar que, efectivamente, es una gran idea... y ni siquiera plantearse si es posible llevarlo a cabo. Entre el acomodamiento y la novela de fantasía debería haber un espacio, pienso yo, para las acciones radicales, pero realistas. Si no, vamos dados (como, efectivamente, parece que vamos). Limpiaremos nuestras conciencias (la limpiarán quienes se adapten a una ética cuasi-católica de buenas intenciones... de izquierdas), pero seguiremos siendo políticamente impotentes.



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