Es cierto que no en muchas de sus películas (al menos, en Flamingo Road (1949) y en la película que ahora comento, de 1950), pero también Michael Curtiz entró a dirigir obras del género noir, en el momento álgido de la influencia del mismo -tanto en lo temático como en lo estilístico- en el cine de Hollywood. Y, como ocurre en esta película, lo hizo -como siempre- con extraordinaria brillantez visual, plasmando perfectamente los ambientes densos y turbios, desde las perspectivas existencial, social y moral, que el género reclamaba.
Aquí, apoyado en una novela de Ernest Hemingway (To have and have not, de la que existe otra versión, mucho más célebre, dirigida por Howard Hawks), nos narra el drama de un ex combatiente al que los sueños de gloria que le fueron vendidos (recuérdese: "la guerra que acabará con todas las guerras", el triunfo final de la democracia, del progreso y del bienestar -¿no suenan a algo reciente todas estas pamemas?) se le van cayendo a pedazos, a medida que, convertido en un empresario autónomo, va siendo hundido por las fuerzas del mercado capitalista... Hasta el punto en que, atrapado por las deudas y por la imposibilidad de alimentar a su familia (y de intentar preservar lo que él, y todos a su alrededor, conciben como su hombría), acepta hacer lo que siempre juró no hacer: participar en toda suerte de negocios ilícitos; primero, transportando inmigrantes ilegales, luego a delincuentes huidos de la justicia. En el camino, pondrá en cuestión su relación de pareja (¿no resulta, además de enternecedor, empobrecedor su matrimonio por amor, que nunca saldrá de las cuatro paredes de su miserable hogar, de pagar las facturas atrasadas de la tienda, de volver con regalos baratos para las hijas, expresar a su esposa un cariño que sólo les sirve para no ser tan conscientes de que se están ahogando?). Y acabará haciendo matar a su compañero y amigo. Al final, él volverá derrotado, aún más abocado a la mediocridad de lo que ya estaba (perderá un brazo, se convertirá en alguien para siempre dependiente). Y, además, culpable (moralmente culpable) de cuanto ha hecho para intentar salir del agujero, son conseguirlo. El héroe ha muerto, sólo quedan sus restos.
Como se puede ver, una historia terrible, por realista. Servida por la excelente interpretación de John Garfield (esa gran encarnación del common man más inquieto y menos adocenado). Y, por supuesto, por la categoría visual de Michael Curtiz.