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viernes, 5 de febrero de 2010

Up in the air (Jason Reitman, 2009): ¿quiénes son l@s perr@s guardianes del capitalismo?


Hace un tiempo, viendo The visitor (Tom McCarthy, 2007), me sorprendí a mí mismo impresionado por una escena -hacia el final de la película- en la que el protagonista, Walter Vale (Richard Jenkins), va hasta el centro de internamiento de inmigrantes indocumentados en el que cree que se halla retenido su amigo Tarek Khalil (Haaz Sleiman), descubre que ha sido ya expulsado de los Estados Unidos y se indigna... hallando la más burocrática e insensible respuesta del vigilante jurado que le atiende, y quedando así impotente ante ella. (Hace unos días, en Knocked up, de Judd Apatow, veía una versión irónica de esta misma escena: el portero de una discoteca, que no dejaba a entrar a dos mujeres, por ser -respectivamente- embarazada y demasiado mayor, les confesaba lo horrible que era aquel trabajo para él y cómo se sentía...)

Escribí entonces en mi dietario:
"El perro es el mejor amigo del hombre/ el más fiel al amo... Pero, ¿y si su amo no es verdaderamente un hombre, sino más bien una máquina (un Leviatán)?"
Up in the air, la última película de Jason Reitman, pretende darnos una respuesta a esta pregunta. Una respuesta: la respuesta que pretende ahondar, al modo de Hollywood (un tanto edulcorada, por lo tanto, aunque no en exceso), en la faceta personal, antes que en la política, de las vidas de quienes se encargan de hacer (una parte de) el trabajo sucio a l@s capitalistas, la -por emplear la expresión tecnocrática acuñada para desdramatizar el atropello- "gestión de recursos humanos". Nos habla de sus vidas (aunque el trasfondo cruel de su trabajo quede claro, no así tanto la estructura social en la que se apoya -que, de todos modos, resulta sobradamente conocida para cualquier espectador contemporáneo), de sus obsesiones, de sus ansiedades, en una suerte de estudio antropológico transido, empero, de ironía.

Ironía, ésta es la palabra clave: frente a la versión realista (quiero decir: convencionalmente realista) que presentaba Ressources humaines (Laurent Cantet, 1999) y la versión alucinatoria en la que se despacha La question humaine (Nicolas Klotz, 2007), acerca del mismo asunto, Reitman persigue un tratamiento sutilmente irónico, mas no sin cierta piedad (que no complacencia), de la desesperanzada existencia de es@s perr@s guardianes, a quienes se ha hecho creer -o ell@s mismas han querido hacerlo así- que no eran más que engranajes de una máquina triufadora (y trituradora), la empresa capitalista (con propiedad privada de los medios de producción y división entre capital y trabajo).




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