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| Edmund Burke |
"Burke fue el primer pensador europeo en plantear la
cuestión de la representación política popular para, en efecto, mantener el
dominio oligárquico de clase en las condiciones de una democracia emergente. Su fórmula era exacta. El gobierno estable y efectivo depende de la
confianza del pueblo, reservando la fuerza como último recurso. El trabajo
estratégico de un partido –entendido como algo distinto de las facciones y
de los pretendidos independientes– es navegar por «ese humor popular, que es el medio en el que flotamos», «guiar» la transmutación de la «opinión»
en «interés» y, de esta forma, representar: no para expresar una voluntad
popular, que es la aspiración de los demócratas, sino para crear «una imagen expresa», una visualización afectiva e ideal de «los sentimientos de
una nación». Tal y como observa Bromwich, Burke solía defender el partido como vía para hacer oposición efectiva, sin decir demasiado acerca de
cualquier otra función constructiva que este pudiera tener (...)
(...) Burke
seguía pensando que la política representativa era un recurso necesario para
temperar iniciativas provenientes de arriba, en un orden oligárquico, que
no ha de confundirse con el ímpetu sin restricciones de una democracia
basada en derechos. El partido burkeano jugaría un papel decisivo a la hora
de gestionar una fórmula inestable, representando al pueblo no sólo ante
sus superiores, sino también, y crucialmente, ante el pueblo mismo, para
ofrecerle una «imagen» de lo que sentía. Este Burke fue un exponente pionero de la hegemonía como forma de gobierno, un pensador no sólo para
los conservadores modernos, sino para la política burguesa en su conjunto:
una especie de Príncipe moderno para su clase."