X

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

domingo, 26 de enero de 2020

La vérité (Hirokazu Kore-Eda, 2019)


Tratada en un tono deliberadamente ligero, entre la comedia y un suave melodrama familiar, esta última película de Hirokazu Kore-Eda, hecha en Francia, con actores, actrices y técnic@s de aquel país, parecería una elaboración narrativa del conocido dictum de Friedrich Nietzsche de que "contra el positivismo que se detiene ante el fenómeno, solo hay hechos, yo diría: no, justamente no hay hechos, solo interpretaciones".

Parece poco plausible tomarse la afirmación de Nietzsche completamente en serio, como caracterización general de la ontología y/o de la epistemología de lo real: por más que, ciertamente, un componente de interpretación resulte siempre inevitable en todo acto humano de conocimiento (también en los más naturales, siempre condicionados de alguna manera por las características propias de nuestro aparato perceptivo), afirmar que -por ejemplo- la medida o el peso de un objeto o cualquier otro de sus rasgos físicos resulta ser pura interpretación humana sería, sin duda alguna (y contra cierta filosofía posmoderna de la ciencia), excesivo. Ahora bien, siendo esto cierto, también lo es que las cosas aparecen de un modo muy diferente (y es esta una dificultad innegable para la construcción de ciencias sociales dotadas de un suficiente grado de rigor metodológico) cuando de lo que hablamos es más bien de interacciones humanas: en este caso, tal vez no todo sean interpretaciones, pero verdaderamente casi todo (todos los actos, todas las observaciones sobre dichos actos, las decisiones acerca de qué hacer y por qué hacerlo, etc.) aparece completamente condicionado por factores de índole hermenéutica, sin los cuales nada se entiende, nada se decide y nada cobra sentido.

En La vérité, dos son los elementos interpretantes que condicionan la dinámica de las interacciones dentro de la disfuncional familia de artistas que es retratada. De una parte, la falibilidad de la memoria, que en última instancia no es sino una reelaboración (interpretada) de datos recogidos en el pasado y sometidos a un constante tratamiento de manipulación, por lo que los recuerdos traicionan, una y otra vez (no solo de manera interesada y voluntaria, sino incluso de un modo no intencionado) a lo que fueron los hechos acaecidos. De otra, la capacidad humana para dramatizar: para emplear la retórica (la verbal, pero también la gestual, la visual, etc.) con el fin de (re-)construir la presentación de los hechos de un modo estéticamente atractivo, como una historia semióticamente coherente, primando la fascinación, la verosimilitud y la coherencia semióticas frente a la correspondencia con los hechos reales. (Esta capacidad, claro está,resulta particularmente agudizada en el caso de los actores y actrices, entrenados al fin y al cabo para emplear este recurso con facilidad.)

Como fruto de la combinación de ambas capacidades y del empleo de las mismas para cubrir nuestras huellas (de nuestro pasado, nuestros errores y nuestras insuficiencias), lo que La vérité viene a poner en escena es un juego de las falsedades (mentiras voluntarias, pero también olvidos y falsos recuerdos, fingimientos y -vanas- pretensiones), en el que todos los personajes utilizan su capacidad para fabular y para olvidar como herramientas de su lucha por el reconocimiento: por ser reconocidos como ostentando aquel rol (aquellos rasgos, aquella historia,...) que desean que sea lo que de ellos se recuerde y que les identifique. Una lucha que no acaba nunca.

Una lucha que el mecanismo narrativo creado por Kore-Eda en su guión, con ese doble ejercicio de representación y fingimiento, de memoria y desmemoria, que se derivan, por un lado, del reencuentro familiar y, por otro, del ejercicio de interpretación actoral que Fabienne (Catherine Deneuve) se ve obligada a afrontar, en la película que está filmando (con un argumento tan especular respecto de la situación que vive en su casa), destaca sobremanera, acaso con un exceso de artificiosidad, al enfatizar tanto la naturaleza necesariamente artera de las interacciones humanas; entre artistas, cuando menos (¿pero solamente entre ell@s?).




Más publicaciones: