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lunes, 13 de enero de 2020

"Constitucionalismo" made in Spain



Imprescindible leer y entender esto que explica tan bien Guillem Martínez para entender la política española, si es que no se quiere comulgar con ruedas de molino (ideológicas):

El constitucionalismo

"Con Aznar se rompió la neutralidad de las instituciones. Antes, por ausencia de tradición, y por esa manía de defender al Estado de sí mismo –una democracia joven, decían; con el paso del tiempo, y la permanencia de su inmadurez, pasó a ser más bien una democracia infantil–, la cosa no estaba muy cachas. Cuando el Aznarato, Hungría apuntaba formas novedosas, aún por confirmar. Y Esp y Polonia iban a tutiplén. En ambos Estados se experimentó la mayoría parlamentaria –la voluntad del pueblo, etc.– como sustituta de la ley o, incluso, de la democracia, el uso del nacionalismo como paradigma de la normalidad –al punto de ser llamado no-nacionalismo–, y la vinculación, ya experimentada en Esp desde la creación del Ibex, entre el Estado y el complejo armamentístico del mundo-financiero-y-energético. Todo ello, en Esp, estaba fundamentado en una férrea defensa integrista –esto es, desde un pasado glorioso y, por tanto, preconstitucional– de la Constitución. Es decir, desde una lectura sesgada y, a menudo, sin contacto con el texto constitucional. A todo este compendio, que sumado a una gran impronta sobre los medios, otorgaba una libertad cultural y absoluta de movimientos al Gobierno, se le llamó constitucionalismo. Algo que no tiene nada que ver con los palabros ‘constitucional’ o ‘legal’, más aburridos. A menudo, de hecho, era su contrario. El constitucionalismo modificó así la percepción de la política. Y, en breve, pasaría a modificar el Estado. Wala. A través de reformas legales –en el Código Penal, en leyes reguladoras de la economía–, y a través de un cambio de mentalidad, perceptible en los Altos Cuerpos del Estado, que supuso entender la democracia esp sólo como ‘constitucionalismo’. No hubo una gran oposición al respecto. El PSOE igual consideró que era bueno que la extrema derecha entrara en la Consti. Luego, igual consideró al monstruo como una parte del paisaje. Con la vuelta del PP al poder, en 2011, tras dos legislaturas en barbecho, y ante un clima de crisis económica, social, democrática y de Régimen, el PP intensificó sus contra-reformas. Previamente, ZP –plas, plas, plas– había liderado un cambio constitucional trascendental. El Estado pasaba de garantizar el Bienestar a garantizar el pago de la deuda. Era un cambio de Régimen. El R’78 dejaba de serlo. Rajoy aportó la legislación postdemocrática, fundamental para el nuevo paisaje. Cambios otra vez en el Código Penal –en esta ocasión, no inspirados en el terrorismo, sino en la protesta, la información o la creación–, y cambios financieros y laborales. E intensificación del cambio de mentalidad en las altas instituciones del Estado, las que deben de ser neutrales. Eso se visualizó en la solución, por decir algo, al problema Cat. En el uso partidista del TC –reforma politizada included–, o el aumento de la politización de la justicia en Fiscalía, AN, TS o, incluso, en juzgados ordinarios. La idea de que lo constitucional es lo constitucionalista se intensificó. Y, con ella, la politización de las instituciones neutrales, que ya no lo eran. El único problema real que ha tenido esa visión de la democracia esp ha sido en instituciones jurídicas europeas, al tratar abusos judiciales, bancarios o la libertad de expresión. Se dice rápido. Ello no ha supuesto tanto una meditación del constitucionalismo, sino su confirmación nacionalista, la idea de que Esp ha cedido demasiada soberanía a Europa, algo que se debe solventar. Esta mañana a primera hora, había en Esp tres partidos constitucionalistas. Comparten léxico, políticas, mitos, cosmovisión. Uno se declara de extrema derecha. La sensación es que el constitucionalismo lo impregna todo en el Estado. El discurso del rey del 3-O era netamente constitucionalista. Es citado mucho por los tres partidos constitucionalistas como un texto programático. El constitucionalismo, el Estado, en otra cultura sería, por tanto, una crisis de Estado."


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