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martes, 10 de octubre de 2017

Edmund S. Morgan: Inventing the People


Estos días en los que tanto se discute en España acerca de poder constituyente y derecho a la autodeterminación, resulta particularmente recomendable -siempre lo es, en realidad- leer este brillante estudio (Norton, 1988) acerca de la historia constitucional norteamericana.

En el trabajo, Edmund S. Morgan estudia el proceso de nacionalización de la sociedad colonial de los territorios norteamericanos, a lo largo del desarrollo del movimiento independentista en contra de la Corona de Inglaterra. Demuestra, con datos, cómo los grupos sociales más poderosos de la sociedad colonial disputaron en torno al etiquetamiento que debía atribuirse al proceso político en curso (influido, a su vez, tanto por factores sociales como por la evolución del conflicto militar, interno y externo). Y cómo, en fin, la lucha por el reconocimiento acabó por la constitución (simbólica), sobre la base de la diversidad real (y, en buena medida, aplastándola) de un "pueblo estadounidense", que sólo existía en realidad como proyecto político unificador y uniformador, a manos de determinadas élites sociales. Un proyecto que tuvieron la fuerza de imponer efectivamente (en muy buena medida).

Estudios históricos como el que hoy comento y recomiendo vienen, en definitiva, a poner de manifiesto el carácter idealista (ideológico) de la teoría democrática del constitucionalismo. Puesto que, de hecho, la experiencia histórica muestra que el poder constituyente efectivo no es nunca ejercido por "el pueblo": porque no existe en tanto que tal, mientras que no es constituido, mediante actos de poder, forzando a sus componentes a reconocerse parte de él; porque la sociedad etiquetada como "pueblo" resulta siempre diversa, atravesada por numerosos conflictos y dinámicas de diferenciación, estratificación y dominación; y porque, además, de hecho siempre existen grupos políticos organizados que se apoderan del proceso político constituyente, para estructurarlo -hasta el límite de sus posibilidades- conforme a sus intereses.

Así, una concepción realista de los procesos constituyentes debe diferenciar cuidadosamente entre quiénes (qué grupo o grupos políticos) ejercen efectivamente el poder constituyente, marcando los contenidos esenciales de la distribución del poder dentro de la comunidad política (la atribución de la soberanía, la definición de los integrantes de la comunidad política, la división de esferas de acción entre lo público y lo privado, asignación del poder político y criterios esenciales para la resolución de los conflictos sociales), y quiénes son, en dicho proceso constituyente, designados como sujeto de la soberanía. Pues, en la práctica, rara vez coinciden unos y otros: antes al contrario, los detentadores efectivos del poder constituyente suelen ocultarse detrás de un sujeto más amplio (y más legítimo) al que se atribuye la condición de sujeto soberano: a título de razón para justificar -así se pretende- la legitimidad de origen de la comunidad política y de los poderes políticos constituidos en el seno de la misma.

...y es que solamente conociendo la historia (la historia científica, no los fantasmas ideológicos que movimientos políticos de uno y otro signo construyen, como armas de propaganda y legitimación) es posible lograr una visión ajustada a los hechos de la realidad política.


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