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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Une nouvelle amie (François Ozon, 2014)


Una vez más, resulta difícil aproximarse a esta última película de François Ozon. Porque, una vez más, nos hallamos ante una historia en torno a las ambigüedades del deseo sexual (y de la identidad de género). Y, sin embargo, también una vez más, resulta difícil tomarse en serio cuanto contemplamos en la pantalla.

En efecto, puesta sobre el papel, la trama de Une nouvelle amie parecería una reflexión acerca de la labilidad de las identidades de género: una suerte de dramatización de la concepción performativa del género que tan lúcidamente ha desarrollado Judith Butler. Puesto que la esencia de la historia parecería estribar en la capacidad de desestabilización de las identidades de género prefijadas, mediante actos de voluntad de los personajes (del personaje de David/ Virginia -Romain Duris).

Este retrato de tal desestabilización es servido a través de los habituales recursos estilísticos del director: atendiendo con su cámara a las situaciones de inseguridad, duda y dilema de los personajes, así como retratando las fantasías que desarrollan. Creando, pues, una suerte de ambiente fantasmático.

Y, sin embargo, es lo cierto que, en realidad, no puede tomarse en serio (salvo como licencia poética) la historia narrada, por falta de rigor en su aproximación al problema de la identidad de género. Pues las cosas no son tan simples: si bien es cierto que el género es una identidad desarrollada, efectivamente, de modo performativo, ello no significa que lo sea de modo intencional y perfectamente consciente por parte de los individuos. Antes al contrario, los ejercicios conscientes de performatividad deconstructiva del género previamente implantado resultan siempre problemáticos, tensos, conflictivos, tanto desde un punto de vista psicológico como desde un punto de vista social: para uno mismo y también para l@s demás. Nada que ver, pues, con la linealidad del papel de David/ Virginia, como fuente generadora de fantasías y de desestabilización para otr@s, mas nunca para sí mismo.

Razón por la que, una vez más, el/la espectador(a) avisad@ -este espectador, cuando menos- tendrá la sensación de que el cine de Ozon es un cine juguetón en demasía: que, una y otra vez, recurre a emplear temas "fuertes" de la teoría social contemporánea, para tratarlos luego de un modo (decepcionante) extremadamente superficial: como meros recursos para regresar, una y otra vez, a sus característicos retratos de una clase media acomodada, tolerante y culta, pero insatisfecha; que necesita poner en cuestión sus deseos, probar "nuevas experiencias", aunque sin arriesgar nunca del todo su identidad.

En suma: crítica social (cierta, sí, pero) banal, por más que aparezca revestida de ciertas formas visuales del cine fantástico y pretenda fundarse desde el punto de vista temático en posiciones teóricamente "densas" (que, sin embargo, apenas se rozan, de un modo extremadamente superficial).




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