La nueva película de François Ozon dice versar acerca de la prostitución (adolescente). Y, sin embargo, que nadie espere hallar nada de interés acerca de dicha realidad en Jeune & jolie, pues no existe penetración en la realidad social (al cabo, la prostitución es mucho más que el encuentro entre un hombre y una mujer: conlleva toda una estructura -de poder- social como trasfondo, para resultar inteligible); y, por lo demás, la decisión de focalizar la narración en el punto de vista del personaje protagonista (Marine Vacth), interpretado con un estilo intencionadamente opaco, impide lograr ninguna revelación en este sentido.
¿Qué narra, entonces, realmente Jeune & jolie? Podríamos decir que dos cosas, distintas, o acaso no tanto. De una parte, una historia de deseo (anómalo) femenino como elemento capaz de perturbar el orden social e ideológico de las cosas: una adolescente que prefiere mantener relaciones, puramente sexuales (o, más bien, en relaciones que combinan el sexo físico con las fantasías masculinas más desaforadas en torno a la sexualidad), con varones mucho mayores que ella y que le pagan por hacerlo, antes que enredarse en las usuales combinaciones de sexo, emociones e idealización romántica, que se suelen considerar mas propias de la edad.
En este sentido, sin embargo, podemos cuestionar -y tal vez debamos hacerlo- cuánto de construcción fantasiosa, de fijación masculina, hay en esa "puta aficionada" adolescente que encarna la protagonista, y que parece difícil de hallar, en su aparente "pureza" erótica (sin ataduras convencionales, sin relaciones de poder, sin ambiciones), en la realidad social. Parece, en efecto, más un producto de la imaginación sexista masculina que ningún retazo de la realidad.
Por lo demás, quizá podría observarse también una cierta denuncia (¿moralista?) acerca de las dificultades de algunos individuos de las generaciones más jóvenes para gestionar razonablemente la libertad sexual de la que disfrutan, cuando -como es el caso- no aceptan enredarse en las formas socialmente más normales de emparejamiento y de promiscuidad y buscan emociones más "fuertes", más "auténticas". En suma, un ejemplo (anacrónico) de reivindicación de un sesentayochismo aplicado (al modo, pongamos de un Philippe Garrel) al ámbito sentimental y sexual.
En todo caso, en cualquiera de las hipótesis que acabo de plantear, es lo cierto que Ozon parece incapaz (o no dispuesto) de ir mucho más allá del planteamiento de la situación dramática de partida. No existe, en efecto, interés en profundizar sobre ella (acaso por falta de respuestas... o de interés). Lo que convierte la película, a mi entender, en hondamente insatisfactoria, puesto que, de todas formas, la situación en sí resulta dudosa, en cuanto a su significación y autenticidad; y no parece haber nada más, en la narración.