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jueves, 26 de noviembre de 2015

The homesman (Tommy Lee Jones, 2014)


Es claro que Tommy Lee Jones, en su condición de director, mantiene un particular interés por revisitar los espacios (imaginarios) del western, para examinarlos y exponerlos desde un punto de vista eminentemente revisionista: crítico, melancólico, atento también, empero, a los tópicos -tanto temáticos como formales- más propios del género. Lo hizo ya en su primer largometraje como director (The three burials of Melquiades Estrada, 2005) y vuelve a hacerlo ahora, otra vez.

En efecto, The homesman vuelve a proporcionar una aproximación lateral, oblicua al imaginario del western. Aquí, tod@s sus protagonistas son individuos marginados: una solterona que, consciente de su rareza, se halla a la búsqueda desesperada de un marido; tres mujeres casadas, sí, pero que han enloquecido de tanto sufrir en su rol de amas de casa, esposas y madres; y un truhán de poca monta (el propio Tommy Lee Jones), que se ve forzado a acompañarlas y que finalmente culminará la misión que la encargado original, esa Mary Cuddy ansiosa por volverse normal (Hillary Swank), no será capaz de llevar a buen término.

Podría discutirse, así, si The homesman, que retrata con mucha mayor atención, mucha mayor crudeza y, cabe creer, mayor realismo la condición femenina en la frontera colonial, es en realidad una película "feminista" (sea lo que sea lo que esto signifique). Y, puestos a responder a la pregunta, habría, sin duda alguna, que negar que lo sea en ningún sentido obvio, pueril: no, aquí las mujeres no son heroínas (o no sólo), ni tampoco únicamente las víctimas. De hecho, no es baladí que quien sea capaz de llevar a término la misión (al fin y al cabo, la de encerrar en el espacio -controlado- de los deshechos humanos a unas mujeres que no han sido capaces de "dar la talla" como animales de crianza y de cuidado del hogar, tal y como su rol de género indica que deberían actuar) sea el varón, porque la mujer, esa Mary Cuddy enérgica, sí, pero también "histérica" (por emplear la etiqueta sexista de la medicina de la época), acaba por fracasar (precisamente, porque se siente fracasada "como mujer"), por rendirse, por preferir la desaparición.

Y es, en este sentido, The homesman una película efectivamente feminista; o, por mejor decir, extremadamente atenta a la perspectiva de género, a la hora de construir su narración. Atenta, pero sin por ello renunciar a su vocación realista, de preservar la verosimilitud. De este modo, se exponen con detenimiento las desgracias de las mujeres enloquecidas que son transportadas. Se muestra abiertamente la ansiedad, la inseguridad de Mary Cuddy, las razones que la llevan a preferir la muerte a seguir con una vida de marginación y soledad (frente al resto de los varones y de las mujeres, unos y otras bien integrad@s... aunque, a veces la integración conlleve también un sufrimiento indecible). Pero, al fin, únicamente el varón sobrevive: un varón insignificante, que apenas le llega a Mary Cuddy a la suela de sus botas, si del número y cualidad de sus respectivas virtudes se trata. Pero que, precisamente por su condición de varón, se halla en su mundo: porque -tal parece ser el mensaje final- un varón marginal e insignificante es, en un universo sexista, siempre más que la más valiosa de las mujeres.

Notable, pues, esta revisión del reverso del heroísmo colonial (de una parte del mismo apenas tratada en el género): si una parte fundamental de dicho reverso estuvo en el genocidio de la población indígena (que sí que fue tratado en buena parte de los westerns revisionistas de los años sesenta y setenta del pasado siglo) y otra segunda estribó en la progresiva división de clases (oblicuamente presente en muchas películas, pero no en tantas de manera abierta y explícita: ahora mismo, recuerdo especialmente Heaven's Gate -Michael Cimino, 1980), la tercera, qué duda cabe, fue la manera en que las prácticas de la colonización de las tierras del Oeste afectaron a las mujeres y a las niñ@s (niñas, sobre todo).

Cabe, para finalizar, señalar la manera en la que el director ha renunciado, en la formalización de la narración de la historia, a cualquier modo de énfasis. Ello es notable, dado que es lo más habitual, en los westerns contemporáneos, optar abiertamente por el manierismo, a la hora de dar forma a las narraciones que cuentan. (Ello no tiene que ser necesariamente malo: al lado de fiascos como The assassination of Jesse James by the coward Robert Ford -Andrew Dominik, 2007- hay obras manieristas tan logradas como Unforgiven -Clint Eastwood, 1992-...) Aquí, sin embargo, a pesar del carácter abiertamente dramático de gran parte de la historia narrada, se renuncia al empleo de cualquier retórica melodramática. Dejando, así, que las imágenes -por decirlo de algún modo- "hablen por sí solas", en su contundencia inmanente, sin recargar su significación con un exceso de connotaciones emocionales ni de trucos retóricos. Ello, en mi opinión, no empobrece, sino más bien todo lo contrario, la potencia significativa de los planos, que de manera tan sosegada retratan, sin embargo, escenas terribles, del dolor que puede provocar la dominación (aquí, sexista)...




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