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miércoles, 18 de diciembre de 2013

The Canyons (Paul Schrader, 2013)


Un actor (James Deen) procedente del cine pornográfico. Una actriz (Lindsay Lohan) más conocida por sus escándalos que por su carrera. Dinero obtenido, para financiar la producción, a través de crowdfunding. Decorados naturales. Filmación digital, de bajo presupuesto.

Una trama criminal esquemática, incompleta. La expresividad de los actores, reducida a mínimos. Espacios acristalados, vacíos, en los que la cámara se pasea, como buscando algo a lo que asirse, en planos llenos de aire, con figuras que parecen perdidas dentro de los mismos.

Una película imperfecta, sin duda alguna, desde cualquier punto de vista desde el que se la quiera mirar.

Y, sin embargo, es difícil no salir de su contemplación con la impresión firme de que los personajes asolados y que deambulan sin fin, los espacios deshabitados, los diálogos escuetos y apenas significantes, los planos vacíos, la cámara ansiosa en su búsqueda,... pero también la evidente escasez de medios materiales con los que la producción ha sido acometida, todo ello, dice mucho, acerca de un momento y un lugar, en la historia y en la historia del cine.

De un cine que, en el plano conceptual, ha perdido su capacidad para construir narraciones que resulten, al tiempo, convincentes (desde el punto de vista de las convenciones narrativas más clásicas) y reveladoras, y que por ello -en el mejor de los casos- pugna por reinventarse, reduciendo sus pretensiones, aceptando su impotencia, expresándola en pantalla. Y que, en lo material, debería reinventarse también, desde la humildad, desde la pobreza.

Y de una sociedad -las sociedades desarrolladas del Norte global- en las que (como certeramente apunta el propio Paul Schrader -en una entrevista reproducida en el nº 20, octubre 2013, de Caimán. Cuadernos de Cine) ha arraigado el mal del decadentismo. En palabras de Schrader: "Estamos haciendo cosas que queremos, y no nos importan, pero las seguimos haciendo. Me compro toda esta ropa, no significa nada, pero es lo único que me apetece hacer". Así de perdidos están los personajes de The Canyons. Y así, también, much@s de entre nosotr@s, parecen estarlo también.

Y es por ello por lo que The Canyons resulta, a mi entender (y pese a todas sus limitaciones, e imperfecciones), una película imprescindible, para entender (una parte, importante, de) la contemporaneidad, artística y social.


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