Tan sólo unas líneas para recomendar esta película a causa de su rareza. Ubicada claramente dentro del género negro de la época, la película destaca por el hecho de que su director y guionista, E. A. Dupont (que había desarrollado buena parte de su carrera en cine mudo alemán) es capaz de dotar a sus personajes principales, a sus diálogos y a sus imágenes de una impresión de extrañeza.
En este sentido, resulta notable el inicio de la película, por los tres motivos que acabo de apuntar: el característico fugitivo del cine negro se halla en medio de una granja de pavos (!), regentada por un individuo "misántropo" que vive rodeado de libros y que toca el violonchelo, que afirma que "las balas son como la constitución, tratan a todos por igual" y que decide esconderle y darle la oportunidad de rehabilitarse. Y las imágenes que ponen en forma esta extraña variación argumental sobre el tema del fugitivo resultan, especialmente en esta parte inicial, igual de enigmáticas: son composiciones muy deudoras de la expresividad visual del cine mudo, tanto en la forma de iluminarlas como de componer los planos.
Luego, es cierto, la película acaba transitando por caminos -tanto dramáticos como visuales- bastante más convencionales, hasta resolverse en una banal trama de falso culpable apoyada en el psicoanálisis de baratillo que hacía furor en el cine norteamericano de la época (y en el género negro, en particular). Pero, hasta esa decepcionante resolución, habremos podido disfrutar de una narración (de unas imágenes y de una historia) que, manteniéndose dentro de los cauces del género, resulta completamente insólita, en muchos de sus aspectos. Por lo que bien merece una revisión.