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martes, 26 de febrero de 2013

El mundo sigue (Fernando Fernán Gómez, 1963)


Drama naturalista (y, en tanto que tal, también marcadamente moralista), en torno al destino social de dos hermanas, procedentes de la clase baja, que optan por dos caminos muy diferentes para orientar sus vidas: mientras una elige el camino tradicional, del matrimonio y la familia, la otra prefiere inclinarse por el ascenso social a través del sexo y un matrimonio de conveniencia. Lo característico del drama es el hecho de que, al cabo, sea a esta segunda a quien mejor le vayan las cosas, mientras que a la primera su opción por la tradición y la "decencia" la arrastre a la miseria, a la infelicidad y (en una solución narrativa, harto discutible, por artificiosa) a la muerte.

Lo más llamativo de esta película (otra más en la brillante carrera como director de Fernando Fernán Gómez) es el hecho de existir: en plena dictadura franquista, una narración que presenta de frente dilemas en torno al aborto, la prostitución, la violencia en la pareja, la sumisión y la hipocresía a la que son abocados  los pobres frente al poder del dinero, la infelicidad de la miseria, la impotencia de la moralidad para solucionar problemas sociales,... Todo ello constituye, sin duda alguna, un cóctel explosivo, desde el punto de vista ideológico: difícil de contemplar aún hoy en las pantallas del cine español (si no es disuelto en grandes dosis de moralina, de retórica melodramática o de tono "posibilista" y "positivo"); cuanto más llamativo habrá de resultarnos el que fuese posible en la España franquista de 1963.

Por lo demás, se trata de una película brillantemente filmada, con un uso muy ajustado de diversos recursos expresivos, siempre con una finalidad narrativa clara: los insertos de cortos flashbacks para representar recuerdos de los personajes sobre su pasado inocente, la composición y montaje de los planos en la secuencia del hurto en la cafetería, un moderado recurso a la voz en off como expresión del monólogo interior, los planos costumbristas montados en paralelo a escenas narrativamente relevantes.

En todo caso, creo que interesa más, como decía, la propia existencia de la película -que demuestra que otro cine español era y es posible- y su forma que el contenido. Un contenido que, en definitiva, no puede evitar verse aquejado por las debilidades del enfoque narrativo (naturalista) de la novela (de Juan Antonio de Zunzunegui) en la que el guión de la película se basa.




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