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viernes, 22 de febrero de 2013

"La vida por delante" y "La vida alrededor", de Fernando Fernán Gómez


Díptico de películas que Fernando Fernán Gómez dirigió en 1958 y 1959, respectivamente, dos son los rasgos que vuelven estas dos obras particularmente reseñables, dentro de la siempre interesante carrera del director. En primer lugar, destaca ante todo la capacidad para presentar, en su albor en la sociedad española, la "ideología de la clase media" (y sus contradicciones, y sus fracasos).

En efecto, a pesar de las limitaciones que la censura franquista imponía necesariamente, el marco genérico de la comedia costumbrista y romántica permite al guionista y director trabajar sobre unos estereotipos, de personajes y de situaciones, que vienen a mostrar (de un modo relativamente amable, si se quiere, aunque la amabilidad es más bien aparente) cómo se construyen los ensueños de ascenso social, cómo ellos obligan a subordinar absolutamente cualquier aspiración existencial (de felicidad, de libertad, de creatividad) al objetivo y cómo, al cabo, las condiciones sociales hacen imposible nada que no sea un ligero incremento del nivel de bienestar (de consumo). Y cómo -y acaso sea ello lo más amargo- los individuos llegan a ese punto tan dominados (¡la disonancia cognitiva no perdona!) que consideran ese pequeño incremento en su poder adquisitivo como un gran progreso, como lo único que es dado esperar, y que justifica una vida de esfuerzos, penalidades y obediencia.


Al tiempo, por supuesto, alrededor (en esa vida que Antonio -el mismo Fernando Fernán Gómez- y Josefina -Analía Gadé- anhelaban en sus comienzos y que, luego, les va devorando), proliferan los grandes aprovechados: estraperlistas, defraudadores, empresarios,... Porque, como aduce uno de los pequeños hampones que protagonizan La vida alrededor (Manolo Morán), la delincuencia ha "evolucionado a lo mercantil".

Tal vez, cuando ahora discutimos por qué "no hay pan para tanto chorizo" y, sobre todo, por qué tant@s español@s lo dan por bueno -o, cuando menos, por tolerable- deberíamos remitirnos a aquellos comienzos, que tan sabia y suavemente nos presenta Fernán Gómez...



Por lo demás, en ambas películas existe un evidente afán del director por obtener, en el plano formal, una cierta originalidad. (No debe esperarse, no obstante, ninguna innovación formal de calado.) Ello se muestra particularmente en el trabajo de montaje, utilizándolo para producir efectos cómicos al hilo -no, pues, de forma gratuita- de la narración: como cuando -abajo puede verse la secuencia- se reproduce varias veces una escena, y se cambia de plano por corte, a medida que varían los testimonios de los testigos acerca de la misma; o cuando se congela el plano reiteradamente, para seguir el hilo de la enunciación de un testigo tartamudo. Pero también en la práctica de que los personajes hablen a cámara. O en el empleo de los movimientos de cámara para producir otros efectos (en este sentido, las enseñanzas de la comedia clásica norteamericana están bien presentes): un plano cerrado en el que la familia desayuna tranquilamente se convierte, mediante un travelling retro en un plano más amplio en el que se puede ver... al albañil trabajando, bajo la mesa, colocando unas baldosas. La tranquilidad, pues, no existe nunca para la "sufrida clase media"...


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