Una de las clásicas narraciones de Thomas Hardy, acaso pueda decirse que su tema es lo angulosas que resultan ser las emociones humanas. En efecto, en esta novela nos hallamos frente a cuatro protagonistas principales (tres varones y una mujer) que pugnan por acotar sus sentimientos... y casi siempre fracasan en el empeño.
Y, principalmente, de la dificultad para nombrarlas y para conceptuarlas. Parecería, así, que el lenguaje (de los personajes) resulta incapaz de dar cabida (y, por consiguiente, de enmarcar conceptualmente) cuanto en verdad sienten. Y es ello lo que lleva la confusión a sus vidas. (¿Sino inexorable de la irracionalidad humana, o bien malicias del poder? Cabe dudarlo...)
Ubicada desde el punto de vista espacial en el ciclo de Wessex, en un espacio casi mítico de la "eterna Inglaterra", la novela toma sus materiales de la novela pastoril, para transformarlos luego, en un sentido, de la verosimilitud realista, propia de la más avanzada estética realista decimonónica.
En todo caso, el espacio de la narración es importante: en un lugar casi idílico, casi completamente natural, los personajes -y, en particular, los protagonistas- parecen estar volcados casi en exclusiva en sus emociones; como si sus actividades cotidianas no fuesen en realidad más que una plasmación material de las mismas.
En el fondo, el coro de los pastores, campesinos y sirvientes va comentando las acciones, sucesos y emociones de l@s protagonistas, según su limitada información y percepción acerca de lo que está ocurriendo. Presentando el juicio de la sociedad acerca de las emociones que resultarían, en cada personaje, momento y lugar (social), más adecuados.
Y el/a lector(a) podrá comprobar que, de hecho, prácticamente nunca coincide ese dictum de la conveniencia social (más o menos obtuso) con lo que verdaderamente sienten y padecen los personajes protagonistas. Tal es tema (y la tensión, y el atractivo) de la novela.