Me atrevo a recomendar, a quienes -como es mi caso- estén interesad@s en comprender las variaciones en las estrategias de representación cinematográfica (aquí, de la narración), esta película. Y ello, no tanto por la trama (al fin, tan sólo un ejemplo más de prototípica película de intriga y aventuras en tierras exóticas, con historia de amor incorporada, tan características del cine norteamericano más convencional de los años treinta) como por, precisamente, lo curioso de tales estrategias representativas.
En efecto, lo que viene transcurriendo, a lo largo de la mayor parte del metraje de la película, por los manidos caminos del cine de aventuras exóticas (sin nada reseñable que destacar, por muy competente, desde el punto de vista técnico, que resulte la realización), se convierte, en sus últimos minutos, en otra cosa, completamente distinta, desde el punto de vista estilístico: a partir del minuto 73, todo lo que luego sucede (escenas de interrogatorios, de tortura y de muerte) cambia inesperadamente de tono. Este espectador, al menos, tuvo que hacer un esfuerzo para recordar que se hallaba aún en una película dirigida por Lewis Milestone y no en otra que combinara las ensoñaciones de Josef von Sternberg con el romanticismo de Frank Borzage.
Pues una fotografía notoriamente tenebrista, así como la misma naturaleza de la anécdota narrativa (las torturas, las muertes, los sacrificios por amor o por lealtad, la búsqueda de la inmortalidad a través de la fama), dan lugar a un tratamiento de las secuencias finales de la película que resulta ser más bien poco aventurero (en el sentido más usual -digamos, el que Steven Spielberg ha impuesto en sus películas como visión hegemónica, el. de la aventura exterior); más bien, fundamentalmente épico. Pues (en contra de la "aventura" meramente externa) la épica no es sólo un cúmulo de aconteceres, sino, además, una elaboración de sentimientos en torno a los mismos, que les dotan de un sentido particular. (Y, de este modo, épica y lírica no están tan alejadas entre sí, salvo por la perspectiva adoptada: la íntima, en el segundo caso, mientras que el primero ha de ser una más intersubjetivamente válida.)
Precisamente, sobre épica es sobre lo que versa la representación que Milestone (y Clifford Odets, con su guión) imponen en las secuencias finales de la película. Variando, así, todo el significado global de la narración anterior, que deja de ser tan sólo un conjunto de acciones más o menos engarzadas, para pretender alcanzar una significación mayor. (Como espectador, reconozco que la pretensión no es alcanzada de modo pleno. Mas ya contemplar el intento reviste su propio interés, desde el punto de vista estético.)
A continuación, puede verse la película completa. Obsérvese, si se desea, lo que ocurre a partir del minuto 73.