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viernes, 21 de enero de 2011

"Des hommes et des dieux", de Xavier Beauvois


Tal vez, Des hommes et des dieux es la única clase de película religiosa (propiamente religiosa, no tan sólo espiritual -como lo son, por ejemplo, las de Roberto Rossellini, Robert Bresson o Carl Theodor Dreyer) que, hoy, es posible soportar: una película que nos habla de la religión como un refugio, para la bondad y para la espiritualidad. Que nos enfrente a seres humanos religiosos, pero que no pretende hacernos compartir sus (harto dudosas) creencias acerca de lo ultraterreno, sino tan sólo -nada menos que- su particular apertura a lo trascendente, así como su esencial humanidad. Es decir, una película religiosa apta para un universo cultural filosófcamente nihilista (como, sin duda alguna, lo es el nuestro).

En este sentido, Des hommes et des dieux plantea, según creo, dos retos a l@s espectador@s. Desde el punto de vista formal, la película se empeña (lo destaca con acierto, en su crítica de la película en el nº 407-enero 2011- de la revista Dirigido por, Esteban Hernández) en afrontar su historia sin recaer en ninguna de las retóricas habituales del realismo. Nos permite, en efecto, compartir la vida con los personajes, con sus gestos, con sus miradas, con sus diálogos. Y nada más: no hay explicaciones, no hay retórica de lo incognoscible o de lo absurdo, no hay apego genérico. La identificación, en todo caso, no será (únicamente) afectiva, sino (además) intelectual y moral: ¿qué habría hecho yo, qué debería hacerse, en una situación como la narrada? Es mérito de la puesta en imágenes de la película que lo que podría fácilmente haberse despeñado por las simas del melodrama (o de otros géneros, claro: la película de acción,...), o de la película "concienciada" característica del "realismo social", sea capaz, sin embargo, siempre de preservar su esencial condición de interrogación, acerca de preguntas existenciales y morales esenciales.

Si de la forma pasamos, ahora, al fondo (a ese fondo al que, como acabo de señalar, la forma de la puesta en imágenes nos conduce), como espectador@s, habremos de preguntarnos: ¿cuál es la función que pueden cumplir los hombres buenos en el marco del conflicto político abierto (aquí, en la guerra civil), cuando amigos y enemigos están ya claramente definidos? ¿Tan sólo convertirse en mártires, tan sólo ayudar a las víctimas? ¿Deberán, necesariamente, perecer (o huir del conflicto, lo que -como se apunta en la película- es otra forma de muerte)? La respuesta de la película parece desesperanzada en el plano político (por más que la esperanza se preserve... aunque únicamente para el sentido que la existencia posee para los protagonistas): parecería que no existe salida airosa alguna para el bien y para la santidad, en el momento del conflicto político.

Tal vez sea éste un tema que mereceria exploración (ante todo, artística), pienso.



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