Los grandes artistas -las grandes obras de arte- resultan siempre reveladoras, independientemente de las creencias individuales de sus creador@s. Es sabido que King Vidor era defensor de ideas sustancialmente individualistas (libertarias, diríamos hoy) acerca de la sociedad y de la política.
Y, sin embargo, difícilmente podríamos hallar (en tantas películas conscientemente construidas corforme a los cánones estéticos del "realismo social" y realizadas por autor@s comprometid@s con la izquierda) un examen más potente desde el punto de vista visual y narrativo (aun cuando no profundice en el tema) de lo que supone la precariedad: la precariedad de la vida del individuo sometido a todos los vientos de los poderes sociales, que le arrastran y juegan con él, sobre los que posee muy escaso control. Y que destruyen, de un manotazo, esas ilusiones que la ideología individualista le ha hecho acariciar.
(Podríamos, acaso, reprocharle a Vidor un cierto enfatismo visual -propio, por lo demás, del momento de la historia del cine, en el cine norteamericano y los restantes de la época.)