Esta obra resulta particularmente valiosa por ser una de las pocas que llevan a cabo un análisis empírico acerca de las dinámicas político-militares propias de las guerras civiles y conflictos armados internos.
Lo más destacable de las conclusiones -a nuestros efectos- es, de una parte, la ubicuidad del poder como mecanismo de movilización, que permite que un número relativamente reducido de agentes sean capaces de movilizar a amplios sectores de población (interactuando con ellos, que, sin duda, también procuran manipular a aquellos). Y, de otra, la necesidad de interpretar las guerras civiles en términos no exclusivamente estatales. Distinguiendo, además, por un lado los aspectos políticos (control de territorio y de población, constitución de una nueva comunidad política) y, por otro, los sociales (la presencia generalizada de la violencia, utilizada también por la población como instrumento para resolver sus propios conflictos privados. Pero advirtiendo también que ambas categorías de aspectos -aunque resulte útil distinguirlos desde el punto de vista analítico- aparecen en la realidad íntimamente unidos.
