Se trata seguramente del estudio más completo acerca de la represión en la Alemania del nacionalsocialismo. Desde el punto de vista que aquí interesa (que no es en particular el meramente histórico), lo más relevante que puede y debe extraerse de esta obra son, me parece, las dos conclusiones siguientes:
En primer lugar, que aun en un sistema político extremadamente autoritario y represivo como era el nazi el consenso importa, y mucho, pues sigue tratándose de un sistema político moderno, que apela en última instancia a una legitimidad política de índole democrática. Así, la represión se integra en un continuum de acciones políticas, dotadas de una racionalidad (exitosa o no, ello dependerá de factores circunstanciales). La represión no resulta, pues, prácticamente nunca "enloquecida", "irracional", etc., cuando es diseñada por el aparato estatal o por grupos políticos organizados; sino una acción instrumentalmente racional, orientada a fines.
En segundo lugar, que las revoluciones fascistas (la alemana fue también la más radical en este sentido) no introdujeron ningún tema nuevo en las sociedades que gobernaron y transformaron, sino que en todos los casos retomaron temas históricos del pensamiento hegemónico (en su vertiente más conservadora), los sistematizaron y llevaron hasta las últimas consecuencias -que les fueron posibles- el intento de zanjarlos. Así, antisemitismo, anticomunismo, homofobia, obsesión por las "clases peligrosas", por la inmoralidad de grupos social y culturalmente "anómalos", etc., eran ya todas preocupaciones presentes en el imaginario colectivo de las sociedades que fueron gobernadas por los fascismos, mucho antes de que estos llegaran al gobierno. Los movimientos fascistas pretendieron -y ahí estriba su faceta revolucionaria- resolverlas de manera definitiva.