En este libro (Publicacions Universitat de València, Valencia, 2006), primera parte de la investigación que culmina luego en El lado oscuro de la democracia, Mann analiza seriamente (esto es, intentando no caricaturizar el fenómeno estudiado), desde el punto de vista de la Sociología política, el sentido político de los movimientos fascistas: como un intento de modernización política (mediante la entrada de las masas populares en la acción política) alternativa, no liberal; de constitución de un pueblo sobre bases jerárquicas, estatistas y organicistas. La limpieza social fue, para ello, un instrumento.
(Una inquietante duda: si fascismo y democracia liberal constituyen dos proyectos teóricos diferentes para un mismo objetivo de modernización política, parecería que su implantación real admitirá realizaciones en distintas proporciones: con más respeto por la diversidad (más liberalismo), con más atención a la integración social (más pro-fascismo)... y ello, en diversos grados también en cada ámbito de la vida social. ¿Caben, pues, combinaciones reales de ambos proyectos teóricos? No parece que ello sea posible, desde luego, si hablamos de un sistema político como globalidad: éste será, sin duda alguna, predominantemente liberal o predominantemente pro-fascista. Pero, ¿no cabe que haya subsistemas en los que no ocurra lo mismo? ¿Caben, pues, por ejemplo, subsistemas de excepción que -sin renunciar por completo a la visión liberal de la política- se acojan más bien a modelos políticos más bien pro-fascistas?)