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jueves, 5 de septiembre de 2013

Justified (Graham Yost, 2010-)


Otra serie televisiva -otra más- del género negro, inspirada en personajes de un par de novelas y relatos del género de Elmore Leonard. Lo peculiar de ésta (lo que le proporciona su atractivo) es la combinación de los estilemas del género con los del western. En efecto, lo que hace (algo) distintas las andanzas de Raylan Givens (Timothy Olyphant) de otras tantas de agentes policiales en tantas otras series y películas es la peculiar ambientación de la serie, en la zona montañosa de Kentucky, en donde la modernidad (en forma de tráfico de drogas y de especulación minera y urbanística) llega, pero se enfrenta y entrecruza con sentimientos (presentados como) "atávicos": rencores ancestrales entre familias, lucha por la tierra, venganza, racismo, recelo hacia el extraño,...

Desde mi punto de vista, lo más interesante de la serie (más allá de que, como buen aficionado al género, y al western, siempre esté dispuesto a consumir un producto que -como es el caso- esté lo suficientemente cuidado, en términos argumentales, interpretativos y visuales) estriba en la visión que presenta de la forma en la que la implicación de los operadores del sistema penal en la trama de la interacción social perturba (y modela) los modos de actuación de dicho sistema. Lo más habitual es que, en la narrativa, los operadores del sistema penal sean presentados bien como sujetos plenamente autónomos (pongamos: el policía que sólo se debe a su conciencia y a su ética profesional), o bien como sujetos enmarcados en una cultura organizativa separada. (Dos ejemplos cinematográficos, para entendernos: para el primer modelo, The big heat -Fritz Lang, 1953; y The wire -David Simon, 2002/ 2008-, para el segundo) Rara vez, sin embargo, aparecen como individuos que, además de ser agentes del sistema penal, son también ciudadan@s, vecin@s: esto es, no sólo individuos que, además de trabajar, comen, duermen, aman, tienen fantasías o relaciones sexuales. Todo esto, por supuesto, es habitual en los personajes del género criminal. Pero normalmente tan sólo aparece en las narraciones como hechos que inciden sobre la capacidad profesional del agente... Que, en todo caso, por lo que hace a sus principios de actuación, se debe a su conciencia y/o a la cultura organizativa y profesional en la que está socializado.

Por el contrario, en Justified, el operador del sistema penal está imbricado de forma plena en la comunidad en la que los casos penales a los que se enfrenta tienen lugar. No es -por volver al western- un extraño que ha asumido la función de hacer cumplir la ley, sino que, antes más bien, se trata de un individuo más, perteneciente a la misma cultura de l@s delincuentes: con sus mismas limitaciones, culturales, cognitivas y emocionales. Tentado por los mismos abismos. Y que, por ello, les comprende, lo que, al tiempo, sirve tanto para anticiparse a sus planes como para volverle más justo, aunque a veces también más arbitrario.

Y es que lo que en el fondo Justified viene a poner de manifiesto es cómo la aplicación de la justicia penal es, siempre (aunque, ciertamente, en unos casos más que en otros), por necesidad, un "asunto personal": que pone en juego las identidades, las emociones, las redes sociales y los recursos culturales de todos los sujetos implicados. De manera que la (buscada) "objetividad" habría de abrirse camino a través de todo este complejo entramado. O, simplemente, no existe.

(Esto es lo que, de hecho, ocurre en la realidad. No así, en la narrativa, que en este sentido suele simplificar brutalmente la realidad: "ell@s" frente a "nosotr@s", cuando verdaderamente no hay ni un "nosotr@s" -operadores- ni un "ell@s" -delincuentes-, sino que tod@s nos interrelacionamos, de una y mil formas. Puesto que nadie es sólo policía o juez, o delincuente, sino que las interacciones (entre "ell@s" y "nosotr@s" son mucho más frecuentes, multiformes y constantes. La narrativa, en este sentido, hace más relación con la mitología que con la Sociología. Pero, por supuesto, con una mitología orientada conforme a objetivos ideológicos muy concretos: si los operadores del sistema penal son algo muy distinto, y aislado, del objeto (de los sujetos) de sus intervenciones, entonces la línea de demarcación entre el "bien" y el "mal" (o, si se quiere, entre lo lícito y lo ilícito) resultarían mucho más nítidas de lo que lo son en realidad...)


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