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miércoles, 21 de julio de 2010

La chienne (Jean Renoir, 1931)/ Scarlet Street (Fritz Lang, 1945): misma historia, distinta narración


La chienne (Jean Renoir, 1931) y Scarlet Street (Fritz Lang, 1945) son dos películas realizadas, a partir del mismo argumento, con catorce años de distancia por dos de los mayores maestros (europeos, aun cuando uno de ellos estuviese trabajando en aquel momento en Estados Unidos) del cine de todos los tiempos. Por ello, resulta interesante hacer la comparación entre las mismas, para sacar a relucir diferentes maneras de tratar, narrativamente, la misma historia.

Destacaré, en este sentido, tan sólo los dos rasgos diferenciales primordiales:

1º) De una parte, en el plano temático, la película de Jean Renoir apuesta -como se apunta explícitamente en el prólogo de la misma- por una obra que "no es ni un drama ni una comedia. No tiene moraleja ni demuestra nada. Los protagonistas no son héroes ni traidores. Son una pobre gente como usted y como yo". Fiel a este planteamiento, la narración sigue las peripecias de los tres protagonistas de manera bastante equilibrada, mostrando como de su interacción surge, casi naturalmente, el drama.


Por su parte, Fritz Lang opta más bien por concentrar la narración en torno al personaje de Christopher Cross (Edward G. Robinson). Y, en concreto, en torno a la tragedia de su existencia, que pasa de la insignificancia al desprecio, del engaño a la desesperación, de la degradación a la miseria. Nos hallamos, entonces, en el ambiente de los dramas de desesperanza, tan caros a Lang.

2º) De otra parte, en el plano formal, los enfoques temáticos específicos acabados de señalar son replicados adecuadamente a través del tono fotográfico adoptado. Así, mientras que Renoir se inclina también por su tradicional cine (aparentemente) transparente, Fritz Lang inserta su película con nitidez en el ámbito del cine negro norteamericano de los años cuarenta, con todo lo que ello significaba: iluminación expresionista, una determinada forma de encuadrar, etc.



Así, y en resumidas cuentas, en tanto que espectador@s, nuestra impresión es necesariamente muy distinta cuando contemplamos La chienne y cuando, por otra parte, vemos Scarlet Street: en el primer caso, creemos estar asistiendo a un trozo de vida (dolorosa, sí, mas bastante cotidiana también); en el segundo, es el infortunio mismo (es el hado) lo que ante nosotr@s, verdaderamente, es mostrado. Acaso tan sólo dos formas diferentes de decir lo mismo: en el cine y en la vida.




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