Tuve la oportunidad, hoy, de ver representada esta espléndida obra de Pasolini. Con estupor, contemplo en escena a un hombre (el Padre) cuestionando su propia existencia, también su propia esencia, cuando la coloca, como ante un espejo, ante la de su Hijo. ¿Qué es, en realidad, ser lo que se es? ¿Qué hay (qué no hay) verdaderamente en tal esencia? La Sombra de Sófocles guía este ensayo en torno al sentido de la tragedia; y de la existencia humana (la de un burgués, que, henchido de su poder social, no ha de enfrentarse a otra cosa que, sin embargo, a su propia impotencia última) vista como tal.