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domingo, 29 de noviembre de 2009

Desire (Frank Borzage, 1936)


¿Cómo es posible cruzar el romanticismo con el escepticismo? ¿Cómo, sobre todo, puede narrarse una historia de amor con ambas actitudes a un tiempo? Tal parece ser el desafío presente en esta película, que constantemente bascula entre la fe en los sentimientos y en los ideales, tan cara a Borzage, y la observación irónica y un tanto descreída de la naturaleza humana, más propia de Ernst Lubitsch, productor de la película.

El género cómico, en el que la película se encuadra en principio, y del que Borzage no fue nunca particularmente aficionado, se encuentra aquí sometido a una tensión sorprendente: parecería que hay dos películas en una, la que al director le gustaría haber contado (una –una más- sobre el amor y el poder de los sentimientos) y la que, sin embargo, tuvo que acabar narrando, por imperativos de guión (y de producción, y comerciales).

Así, lo que acabamos viendo es una comedia plagada de fugas. Que no acaba de funcionar como artefacto cómico (a pesar de operar con buena parte de los instrumentos humorísticos propios de la comedia de los años 30, y de Lubitsch en particular, no existe un trabajo riguroso –como sí que lo hay en aquél- sobre los gags). Pero que deja traslucir (en la mirada y en algunos gestos de Marlene Dietrich, ante todo) un trasfondo, apenas adivinado, de sentimientos que se quieren profundos: nos evoca a otras grandes películas de Borzage, tal es el mayor valor de esta pequeña –y tan anómala- película.




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