Si ha habido un director espiritual en el cine norteamericano clásico (alguien que se parezca, salvata distantia, a Bresson -o a Dreyer, cuando va por este lado), éste es sin duda Frank Borzage (en el cine norteamericano más moderno habría que incluir también en este grupo a Paul Schrader). No necesita hacer películas sobre la biblia, ni sobre dios, ni sobre la religión, ni sobre el clero (no es Henry King, para entendernos). Pero la espiritualidad transpira por cada uno de los poros y por cada una de las costuras de sus películas: la luz, los encuadres, los movimientos de cámara, las interpretaciones, todo ello parece estar ahí para recordarnos que -como decía Hamlet- "hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que sueña vuestra filosofía”.
En el caso que nos ocupa, la historia es (como siempre en Borzage) sencillísima: dos víctimas de la gran depresión de los treinta se encuentran y pasan a formar una pareja y a convivir maritalmente en una de las chabolas que acogen a las personas sin hogar ni empleo. Ella se enamora de él... y él de ella, aunque él no quiere reconocer que pueda estar dispuesto a perder "su libertad" por amor hacia ella. Ella nada le exige (ni siquiera fidelidad sexual), pero acaba por obtenerlo todo de él, tan sólo por amor. Mientras, algunas anécdotas -nada sangrantes- de la vida en la miseria, entendida como una opción más de vida, como algo que también tiene ocasiones disfrutables.
Y, sin embargo, ¡cuánto trasfondo no hay, en realidad, en esta narración tan simple! Cuánto no nos dice acerca de la libertad individual, de la felicidad, de los afectos, del sentido (o carencia de él) de la vida, de la lealtad,... Un pequeño -levísimo- tratado de sabiduría, de esa frónesis de la que tanto parecemos estar careciendo l@s ciudadan@s de hoy en día (que, sin embargo, resultamos mucho más privilegiad@s que los protagonistas de nuestra historia).
Puede verse la película completa aquí:
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