En este interesante artículo se muestra cómo, en contra de lo que pretende la vulgata demoliberal, la defensa de los derechos humanos y de políticas más justas no pasa siempre por respetar el orden jurídico (y cambiarlo mediante los procedimientos en él establecidos), sino también por violar la ley. Reflexiona, además, sobre los límites que deben imponerse a la estrategia de violar la ley para constituir nuevos derechos subjetivos y empoderar a sus titulares.