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jueves, 14 de octubre de 2021

Olivier Roy: Las dos caras de la yihad


En este artículo, que aparece en el nº 312 (octubre 2021) de Le Monde Diplomatique en español, Oliver Roy señala un habitual, y gravísimo, error de análisis que suelen cometer los analistas de los fenómenos de "terrorismo" islamista radical: confundir, y entremezclar, en sus análisis el movimiento político yihadista con el terrorismo; y, asimismo, la dinámica propia de todos los grupos armados islamistas radicales con la de las redes terroristas yihadistas internacionales.

De una parte, en efecto, Roy destaca cómo el movimiento político yihadista es en su mayor parte un movimiento no armado, pero con un proyecto político propio. O, mejor, con varios, no siempre compatibles entre sí...

Porque, por otro lado, lo cierto es que la mayor parte del movimiento islamista radical defiende proyectos políticos esencialmente locales, no internacionales (aunque todos ellos se enmarquen en una determinada interpretación de la realidad geopolítica mundial). Lo que hace que, de hecho, aquellas organizaciones armadas que se inspiran en dichos proyectos políticos, suelan perseguir igualmente objetivos militares (y, en última instancia, políticos) de naturaleza local.

Así, en realidad, la mayor parte del movimiento político islamista radical, y sus organizaciones armadas, no persiguen (al menos, a corto y medio plazo) objetivos internacionales, ni políticos ni militares. Por lo que, en general, en la práctica se mantienen a cuidadosa distancia (por más que les otorguen un respeto y una solidaridad más verbales que reales) de las dos redes terroristas yihadistas internacionales verdaderamente activas: la de Al-Qaeda y la del DAESH.

Y, si esto es así, entonces todos aquellos análisis -¡los más habituales!- que agrupan a todo el movimiento político islamista radical, y a todas sus organizaciones armadas, bajo una misma etiqueta y proponen una única explicación para sus dinámicas, y propuestas político-criminales también únicas para combatirlas, verdaderamente se equivocan de medio a medio. Lo hacen, desde luego, desde el punto de vista teórico, puesto que son incapaces de explicar lo que realmente está sucediendo (en Afganistán, en Mali, en Nigeria,..., en Europa Occidental). Pero se equivocan también (y seguramente ello es todavía mucho más grave) a la hora de proponer políticas antiterroristas, al caer con frecuencia en una suerte de vulgata contrainsurgente, en vez de sostener estrategias antiterroristas más ajustadas a la realidad criminológica concreta que se pretende abordar.


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