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viernes, 8 de octubre de 2021

Monica Heintz: The Anthropology of Morality. A Dynamic and Interactionist Approach



Acabo de finalizar la lectura del libro que hoy comento (Routledge, 2021) y que plantea de manera convincente los problemas epistemológicos y metodológicos que conlleva convertir las creencias y conductas morales en objeto de investigación social (antropológica). En efecto, hoy en día se ha vuelto bastante habitual, además de abordar las cuestiones morales desde el punto de vista filosófico, es decir, de su significado (tanto desde la perspectiva normativa -ética normativa- como desde la lingüística y conceptual -metaética), hacerlo también desde el punto de vista psicológico (examinando los procesos mentales de la conducta moral -y aun la base neurofisiológica de dichos procesos) y desde el etológico (analizando la base biológica y evolutiva de dichas conductas). Sin embargo, resulta mucho menos frecuente un examen del fenómeno de la moralidad desde un punto de vista antropológico (es decir, atendiendo a su naturaleza de patrón sociocultural) que preserve, además, su carácter específica (diferenciado, pues, respecto de fenómenos como las ideologías o las relaciones de poder, etc.).

A este respecto, como M. Heintz señala, son varios los restos que dicho estudio antropológico tiene necesariamente que afrontar. Señaladamente, tres:

1º) Investigar antropológicamente (es decir, atendiendo tanto el contenido ideológico como a su función social) las creencias y prácticas culturales en torno a la acción humana, a la libertad y a la responsabilidad individual. Pues, en efecto, la moralidad solamente cobra sentido desde una determinada una cultura de la acción, de la libertad y de la responsabilidad, por lo que el significado de aquella demanda interpretarla en el contexto creado por dichos marcos culturales.

2º) Elaborar una teoría antropológica acerca de los fenómenos morales que huya del holismo. No cabe duda de que los procesos de socialización, las creencias compartidas y las relaciones de poder importan, a la hora de configurar las creencias y prácticas morales de los individuos. Y, sin embargo, también es cierto que estos reconstruyen sus propias creencias (también las morales), las adaptan a sus necesidades y deseos; e indudablemente influyen también para cambiar las creencias y prácticas sociales dominantes, en un momento y lugar dado. Por ello, el estudio de una (determinada) cultura de la moralidad demanda siempre atender no solo a lo hegemónico, sino también a las actitudes y conductas individuales (y/o grupales) que la configuran, la alteran y la implementan.

3º) Ejercer la cautela en relación con las explicaciones e interpretaciones puramente funcionales del fenómeno cultural de la moralidad. Porque, aunque es cierto que en ocasiones las prácticas y creencias morales contribuyen a reforzar mecanismos de poder y de control social dentro de una determinada estructura social, también lo es que realmente la moralidad (tanto sus formas simbólicas como las conductas individuales y grupales en las que se plasman) también cumplen funciones puramente expresivas y de atribución de significado ("búsqueda de trascendencia", la denomina Heintz), que explican muchos de sus contenidos, de su genealogía de sus efectos y de la manera en la que se inserta en la interacción social.

Por lo demás, reconociendo la existencia de estas dificultades específicas del objeto de conocimiento, se trataría de llevar a cabo la habitual actividad propia de la investigación antropológica: recogida de datos culturalmente relevantes (aquí, acerca de las prácticas de pensar y de actuar moralmente) dentro de una determinada sociedad; sistematizar dichos datos; e interpretarlos (tomando para ello en cuenta el conjunto de los valores y fines sobre cuya base dicha cultura -o parte de sus individuos y/o grupos- codifica el significado de las creencias y de las acciones -aquí, de las morales). Puestas así las cosas, investigar la moralidad propia de una determinada sociedad, en tanto que fenómeno sociocultural, no debería ser más difícil ni diferente de investigar -pongamos- el arte o la religión.


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