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lunes, 30 de agosto de 2021

The upturned glass (Lawrence Huntington, 1947)



Llevar a cabo un acto de violencia justa, contra quien verdaderamente lo merece, ¿es moralmente correcto? ¿O no ocurre más bien que, en el universo social de los seres humanos reales (débiles, contradictorios, egoístas,...), pretender que prevalezca la justicia resulta ser antes una manifestación de paranoia, fruto de un delirante -e injustificado- complejo de superioridad? ¿Y no abona aún más esta segunda hipótesis el hecho de alardear del "acto de justicia" llevado a cabo, cargándose uno mismo de razones, haciéndose escuchar, intentando ser alabado por ello?

Estas son las cuestiones que surgen viendo The upturned glass: una pequeña película criminal británica de la década de los años 40 del pasado siglo, protagonizada por James Mason y su esposa, Pamela Kellino (también guionista), centrada en la evolución psicológica del Dr. Joyce (Mason), a medida que va cargándose de razones y convenciéndose de que hay una culpable que castigar, y que él precisamente el único que puede castigarla... y así lo hace, efectivamente. Descubriendo luego que quizá su acto de justicia no fue tan inmaculadamente moral  como en su mente (¿paranoica?) había pretendido...

Claro que ese Dr. Joyce que ejerce de justiciero, y que alardea de ello, podría ser igualmente una sociedad que se siente legitimada para hacer justicia a toda costa (algunas veces, claro, solamente con víctimas propiciatorias, fáciles vulnerables), que se enorgullece de su violencia justiciera y vengativa y que cierra los ojos ante las debilidades humanas: las de perpetradores, pero también las de la sociedad misma,

¿Cambia algo, en efecto, cuando quien hace justicia no es un individuo, sino una colectividad? ¿Cuando ese grupo social se enorgullece de su violencia vindicativa contra quienes se desvían de las normas? ¿Quienes se ven, antes que como unos individuos o grupos violentos, como unos justicieros, unos ángeles vengadores de una Justicia impersonal y suprema (¿inexistente?)? ¿No es eso, también, una forma de pensamiento paranoico, delirante, por más que sea tan frecuente y alegremente compartido?

Son preguntas que, como penalista, me surgen, e inquietan, cuando veo una película tan pequeña, pero tan sugestiva, como esta que hoy comento, y que recomiendo vivamente.



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