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domingo, 28 de febrero de 2021

Francisco Sierra Caballero: Marxismo y comunicación. Teoría crítica de la mediación social


En estos últimos meses, al hilo de un trabajo de investigación que estoy preparando sobre la relación entre política criminal e ideologías políticas populistas, he estado haciendo bastantes lecturas acerca de -entre otras materias- la teoría de la comunicación. Es en este contexto en el que me aproximé al libro de Francisco Sierra Caballero (Siglo XXI, 2020), que pretende proporcionar los materiales teóricos imprescindibles para construir una teoría de la comunicación de talante abiertamente crítico; y para ello, bucea en la tradición marxista, para rescatar aquellos elementos de la misma que podrían ser de utilidad en dicho proyecto.

A este respecto, el punto de partida del autor es claro: una teoría marxista (y, por ende, crítica) de la comunicación debe ser capaz de determinar cuáles son los vínculos existentes entre las relaciones sociales de producción y las estructuras culturales (= dotadas de significado) en las que dicho proceso histórico real viene a quedar representado en el plano de la conciencia (individual y colectiva). Se trataría, pues, de reconectar los análisis culturales, propios de la teoría de la comunicación estándar, acerca de los procesos de interacción comunicativa (mensajes, canales, códigos, ruido, recepción, marcos cognitivos,...) no solo -aunque también- con la infraestructura material que los hace posibles (las industrias culturales), sino además con el completo contexto social en el que los mismos tienen lugar. Y, muy señaladamente, con el conjunto de relaciones sociales (de producción -de poder, en suma) que determinan qué procesos comunicativos son posibles, con qué limitaciones y qué significados es dable atribuirles.

Puestas así las cosas (teoría crítica de la comunicación como teoría no idealista, como teoría atenta a las causas sociales de los procesos comunicativos), Sierra Caballero se dedica, en la primera parte del libro (para mí, la más interesante, aunque quizá no sea la más original) a repasar la tradición marxista, para identificar piezas potencialmente útiles para rescatar y utilizar en su proyecto teórico.

Señalo, esquemáticamente, cuáles son esas piezas particularmente destacables y cuál es el valor que a mí, al menos, más me ha llamado la atención:

- De la crítica de la Escuela de Frankfurt a las industrias culturales, la concepción de la industria cultural como como el lugar de producción de deseos.

- De la teoría de la ideología de Louis Althusser, la idea de que las estructuras culturales producen el sujeto (la conciencia del sujeto), a través de unas prácticas culturales (= dotadas de significado) que le interpelan. La ideología sería, pues, la construcción semiótica sobre cuya base las prácticas culturales atribuyen significados a las acciones, a los acontecimientos y a las estructuras de relación sociales.

- De la teoría discursiva de la hegemonía de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, la idea de que la subjetividad no es producto automático de la posición en las relaciones sociales, sino que depende también –y en muy buena medida- de las praxis sociales (siempre conflictivas): tanto de las materiales (poiéticas) como de las comunicativas (y otras acciones autotélicas).

- El concepto de hegemonía cultural formulado por Stuart Hall: hegemonía sería capacidad de un grupo social para generar unidad en torno a sus propios intereses, haciéndolos pasar, a ojos del resto de la sociedad, por el bien común.

- La idea de Antonio Gramsci de que las relaciones de dominación dependen, pues, no solamente de relaciones de poder dentro del aparato del Estado, sino también de relaciones de poder en el seno de la sociedad civil (que, a su vez, interactúa con los aparatos del Estado, en la configuración de la esfera pública),

- La teoría de Pierre Bourdieu acerca de la naturaleza eminentemente conflictiva de los campos culturales: existe constantemente una auténtica batalla en torno a quién se atribuye -y a quién no- autoridad simbólica (en la medida en que esta opera como complemento de la coerción, como instrumento de poder social).

- La tesis de Bertolt Brecht de que la comunicación transformadora es una cuestión de medios y de expresión: una forma diferente de narrar lo social naturalizado. Se trata, por lo tanto, principalmente de extrañar, de desnaturalizar la representación de lo social; sometiendo de este modo a una crítica práctica -en los hechos- la ilusión del realismo en la representación (= efecto de distanciamiento).

- La teoría de la mediación social de Bolívar Echeverria: todos los procesos de producción o de consumo son formalizados (y aprehendidos) socialmente a través de operaciones de atribución de sentido a los mismos. Existe, pues, una semiosis de la reproducción social, a través de la cual un hecho natural es formalizado (socialmente) y presentado como portador de una significación (y, por consiguiente, como apto también para participar, como signo, en nuevas interacciones sociales –comunicativas).


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