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sábado, 21 de noviembre de 2020

Una reflexión crítica acerca de la propuesta abolicionista del Derecho Penal


(El otro día estuve, como oyente, en unas jornadas sobre la abolición de la prisión. Después de escuchar las interesantes reflexiones de ponentes abolicionistas, me surgía esta reflexión crítica, que aquí comparto.)

Comparto por completo la inquietud moral por la crueldad de la prisión y su naturaleza violenta, opresiva y discriminatoria. No obstante, no estoy tan seguro de que vuestros argumentos a favor de la abolición sean suficientemente sólidos. En particular, mi impresión es que no basta con argumentar (por muy convincentemente que se haga) que la institución de la prisión y, en general, del castigo es cruel, indeseable, etc. Es preciso, además, ser capaces de argumentar que la sociedad puede prescindir de dicha institución, sin sufrir graves disfunciones.

Lo cual lleva a la pregunta que yo desearía hacer (porque me la hago a mí mismo): estamos de acuerdo en que, en términos generales, la solución a los grandes problemas y conflictos sociales no es la aplicación de la lógica penal, pero ello no significa –al menos, no necesariamente- que se pueda prescindir por completo de la lógica del castigo y de la represión, pues junto con los grandes problemas macro-sociales están millones de pequeños conflictos (micro-conflictos).

Imaginemos, entonces, una sociedad mucho más pacífica, justa e igualitaria que la actual. Pese a ello, parece razonable esperar (eso nos dice la ciencia social) que seguirían existiendo (quizá menos, pero las habría) conductas insolidarias, violentas, aprovechadas, explotadoras, etc. Entonces, ¿de verdad esa sociedad podría resolver esas situaciones sin castigar a nadie? ¿Solamente mediante la resolución pacífica de conflictos? ¿En una sociedad de masas, con multitud de contactos anonimizados, en las que no siempre somos siquiera conscientes de quién es el que sufre las consecuencias de nuestros actos,…?

Yo albergo serias dudas de que se pueda responder positivamente, si reflexionamos racionalmente y no tomamos nuestros deseos por realidades. Dudo, pues, mucho de que sea posible prescindir por completo, en sociedades complejas, plurales y de masas, del castigo y de la represión, por más que ciertamente se pueda sustituir en muchos casos y dulcificar en otros.

(Me he ocupado más en profundidad de analizar las respuestas libertarias a los desafíos que se derivan de la necesidad de afrontar la conflictividad social en mi artículo sobre Teoría política libertaria y política criminal: véase aqui.)


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