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martes, 11 de agosto de 2020

John Williams: Stoner


Stoner (1965 -hay traducción castellana de la editorial Baile del Sol) es una novela extremadamente convencional en su factura técnica: narrador omnisciente, retrato de personajes que se pretende completo (de sus acciones tanto como de sus pensamientos, emociones y rasgos de personalidad), trama lineal,...

Y, sin embargo, Stoner conmueve, en virtud de la particularidad de la historia narrada. Mejor: no de la historia en sí misma considerada (que, al cabo, no pasa de ser un cúmulo de acontecimientos más o menos cotidianos de una vida ordinaria), sino de las emociones que la narración es capaz de evocar, representando las que sacuden vivamente a su personaje protagonista, William Stoner. Unas emociones -a partir de sus experiencias cotidianas- de tal intensidad y pureza que fuerzan al(a) lector(a) a un ejercicio de empatía casi inevitable.

Pureza: tal es la clave. Porque lo que verdaderamente narra Stoner es una historia de amor. O, más bien, la historia de los sucesivos enamoramientos que su protagonista, William Stoner, experimenta en el trascurso de su vida: deslumbramiento y amor a primera vista. Por la sabiduría, por la belleza del arte (de la literatura), por la mujer idealizada, por la experiencia de enseñar, por la mujer real capaz de comprenderle, por su hija,...

Porque, en efecto, William Stoner es presentado como el prototipo del individuo puro e inocente, capaz de dejarse fascinar por cada cosa que en su vida se presenta y vale la pena. Capaz de ligarse a ello con toda la fuerza de su entusiasta corazón: de sacrificarlo todo a aquello que ama (su bienestar económico, sus posibilidades de ascenso social, su respetabilidad).

...Inevitablemente, un individuo así está abocado, en nuestro mundo, al fracaso (a lo que convencionalmente se entiende por tal): la pasión absoluta, la negativa a pactar y renunciar a los propios ideales, a transigir (a dar por sabio a quien no lo es, por bueno y decente a quien solo lo aparenta, a fingir respetabilidad para satisfacer la hipocresía de sus convecinos y colegas), ocasiona la sospecha, el apartamiento, la pérdida de oportunidades de ascenso y triunfo sociales.

Y, sin embargo, William Stoner, fracasado, sí (según la mirada más convencional), en realidad triunfa: porque nunca abandonará la persecución apasionada de aquello (belleza, honestidad, sabiduría, amor) que más le importa. Y que, en verdad, es lo único que importa...

(Nota personal: ¿No tendrá algo que ver cuánto me ha conmovido la historia narrada en esta novela el hecho de que esté ambientada en el universo de la sociedad universitaria, en la que quienes la habitamos siempre podemos identificar tanto a nuestr@s propi@s William Stoner como también a nustr@s propi@s Hollis L. Lomax (antagonista de Stoner)... o sentir que nosotr@s mism@s somos o actuamos, a veces, como alguno de ellos, no siempre para bien? Porque, acuciados por nuestros miedos o deseos de promoción, no siempre somos todo lo intransigentes que deberíamos -como lo es Stoner- a la hora de preservar la intangibilidad de aquellos fragmentos de belleza, de honestidad, de sabiduría y/o de amor de los que somos custodios...)


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