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miércoles, 26 de febrero de 2020

A hidden life (Terrence Malick, 2019)


Hacía ya tiempo que no veía una película de Terrence Malick. Y confieso que fui a ver A hidden life con cierta pereza (pereza mental, acaso), dispuesto a encontrarme con una -otra- divagación religiosa (o, como en otro lugar traté de argumentar, más bien seudorreligiosa) del director norteamericano. Y, sin embargo, lo cierto es que A hidden life me ha parecido verdaderamente una película muy apreciable: a pesar de su larga duración, o precisamente debido a ella, a la justeza de su metraje, en proporción a la sustancia de aquello que intenta narrar; y a pesar de que el estilo un tanto divagatorio de narrar de Malick permanece, porque también en este caso las divagaciones se ajustan perfectamente a las características pretendidas de la narración.

Y es que lo que vuelve particularmente apreciable la película, y aquello que hace que rasgos estilísticos que en otras obras recientes del director eran más bien cargante, por artificiosos, aquí resulten pertinentes, es la naturaleza de la narración contenida a A hidden life. La película, en efecto, relata una historia prototípicamente heroica: la historia de un individuo que, fiel a sus creencias más profundas (morales, pero derivadas de su fe religiosa), se enfrenta a un sistema político tiránico y, a pesar de todas las penalidades, de la represión y de la constante tentación de someterse para eludir su responsabilidad, sabe permanecer fiel a su compromiso, hasta el final, hasta la muerte. El trascurso de una vida ejemplar, pues, tal parecería ser el contenido de la historia narrada... (veremos, no obstante, que ello puede ser cuestionado).

En este sentido, el tono, divagatorio, adoptado por la narración (con los característicos planos "contemplativos" -de paisajes naturales- y monólogos, en voz over, por debajo de los mismos) resulta particularmente adecuado a lo que en verdad es la narración de A hidden life: un oratorio. Es decir, una obra dramática, en la que se contiene un cántico, meditativo, en torno a una historia de temática religiosa y moral. Aquí, la función que en el oratorio dramático cumplen las piezas musicales (recitativos, arias,...) es satisfecha más bien por esos planos "comtemplativos" y por el bajo continuo constituido por los monólogos en over (que representan fragmentos de la correspondencia entre Franz -August Diehl- y Fani -Valerie Pachner).

Se trata, pues, de una meditación: de un comentario moral y teológico que, sobre la base de la historia humana del heroísmo de Franz y de su cruel destino, reflexiona en torno a la suerte de los justos, la gracia, la providencia divina, el silencio de dios, la esperanza, la fe, la desesperación, la salvación y el papel de la religión en la sociedad y en la vida humana.

El tono de la narración es en todo momento exaltado: se exalta el heroísmo de Franz, su firme fe, su confianza en sus creencias y en la voluntad divina, su valentía y su compromiso.

Es cierto, no obstante, que el marco ideológico en el que la narración es ubicada resulta notablemente tramposo. Pues es fácil simpatizar con un católico ferviente que, movido por sus convicciones religiosas y morales, decide enfrentarse con las leyes de su estado y desobedecerlas... si ese estado y esas leyes son las del nacionalsocialismo alemán de la década de los años 40 del pasado siglo; la representación paradigmática, en la cultura hegemónica, del mal social por antonomasia. Pero, ¿nos parecería igual de heroico ese mismo católico desobedeciendo una ley contemporánea que obligue a proporcionar medios anticonceptivos, o para la interrupción voluntaria del embarazo, a cualquier mujer que los solicite? Porque, por supuesto, la cuestión que la película suscita no es -o no solo- la del enfrentamiento entre "el Bien" y "el Mal" (así, con mayúsculas mayestáticas), sino también -en un nivel menos teológico, más humano- la que puede existir entre conciencia individual y voluntad colectiva. Marco este dentro del cual (contra lo que la película parecería querer mostrar) no siempre existen razones atendibles para otorgar preferencia a la primera sobre la segunda.

Así, A hidden life puede y debe ser vista ,me parece, como un espléndido oratorio, preñado de mensajes religiosos, muy adecuada por lo que respecta a la conjunción entre fondo y forma (el tono meditativo de sus imágenes y de su banda de sonido parecen perfectamente adecuados a la representación de aquellas facetas de la historia que se pretenden resaltar), en la que el lenguaje cinematográfico es empleado con el máximo aprovechamiento para narrar el enfrentamiento -ampliamente simbólico- entre el pecado y la salvación, encarnados en opciones morales contrapuestas e incompatibles. Por más que su mensaje ideológico pueda y deba, a mi entender, ser puesto en cuestión, a causa de su simplismo un tanto maniqueo. (Pero, ¿no es para esto para lo que sirven -entre otras cosas- los discursos religiosos?)




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