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viernes, 10 de enero de 2020

Hermann Ungar: Die Klasse


La narrativa de Hermann Ungar (traducción castellana en Siruela) parece haber girado toda ella en torno a la naturaleza de las relaciones de poder entre grupos sociales: en todos sus cuentos y novelas se retrata, en efecto, a individuos que, en tanto que pertenecientes a un determinado grupo social (por género, por clase, por posición socio-profesional), ejercen su poder y/o se ven sometidos al poder de otros; y el consiguiente efecto que tal ejercicio y/o tal sujeción produce sobre el psiquismo (y, en última instancia, sobre la conducta) de los personajes. Un efecto que en todos los casos aparece representado como absolutamente arrasador: empleando toda la fuerza visual que poseen las imágenes literarias que construye a partir de los tópicos de la estética expresionista, el autor muestra a personajes neuróticos, con rasgos paranoides, abusadores y abusados, incapaces de manifestar emociones y de entablar relaciones humanas mínimamente sanas; agarrotados, perdidos, hundidos (...mutilados, como reza el título de una de sus novelas).

En Die Klasse Ungar se fija muy particularmente en el efecto de las relaciones (de poder) de clase. El protagonista, Josef Blau, está obsesionado por su inferioridad de clase en relación con los alumnos a los que enseña, en un colegio para estudiantes de las clases propietarias. Por ello, al poder de clase que sus alumnos podrían llegar a ejercer opone su poder dentro del aula: un poder retratado como poseedor de rasgos paranoides, al que se aferra al maestro para asegurar su posición social. Este necesidad de reafirmación le conduce asimismo a abusar de su poder patriarcal, sobre su esposa, asegurando firmemente su más absoluta sumisión.

Blau es el reverso del odio de clase puro que representa, en la novela, su amigo de la infancia Modlizki, quien no ha podido salir de la condición de criado, y quien asume hasta las últimas consecuencias su posición de miembro de las clases subalternas. En tanto que tal, reniega de cualquier suerte de moralidad o de humanitarismo en su relación con las clases superiores que le dominan: el egoísmo y la violencia serían, según él, la única forma de respuesta racional al poder de clase.

De este modo, Blau se ve enredado en un dilema (ideológico y moral), atrapado entre las ideas morales que aprendió (y que enseña), su propio miedo neurótico a perder poder y los intereses ("objetivos") de enfrentarse a la dominación de clase que le amenaza en todo momento, a causa de su inferioridad social. El resultado de esta situación dilemática e imposible será, en la historia narrada en la novela, el abandono -y, al cabo, la muerte- de uno de sus alumnos: acosado por su criado Modlizki, incomprendido por su maestro Blau (que verdaderamente no ve en él a un ser humano con sentimientos y capacidad para sufrir, sino tan solo una fuente de poder -de poder de clase- que le amenaza), hacia el que se ha vuelto -sospechando de una sensibilidad oculta bajo su capa de autoritarismo neurótico- en busca de ayuda, incapaz de afrontar la situación en la  que se encuentra, el alumno Karpel acabará por suicidarse.

Porque el poder de clase no solo destruye a los sujetos a él, también a quienes lo ejercen. Porque impide que unos individuos humanos se relacionen, en el plano emocional, de una manera natural, evitando (o, cuando menos, dificultando en grado sumo) que unos y otros manifiesten sentimientos con normalidad y puedan ejercer la solidaridad y la humanidad. Piadosos sentimientos morales que, sin embargo, constituyen una auténtica trampa para los sujetos dominados (en la medida en que les incitan a ayudar a sus dominadores). Y, sin embargo, el valor ético de tales sentimientos parecería, en principio, indudable. Tal es el dilema que representa, con sus modos chocantemente expresionistas, esta novela.


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