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domingo, 13 de octubre de 2019

Philip s. Golub: Entre Estados Unidos y China, una guerra más geopolítica que comercial


Este artículo (que aparece en el nº 288 -octubre 2019- de Le Monde Diplomatique en español) constituye una lectura bien interesante. Primero, desde luego, por abordar con rigor una cuestión clave de la geopolítica mundial en la actualidad.

Pero  también resulta de interés desde un punto de vista menos coyuntural: en la medida, en efecto, en que -como el propio autor destaca igualmente- viene a mostrar cómo varias de las teorías que circulan por el mercado contemporáneo de las ideas, acerca de los efectos de la globalización, resultan, en el mejor de los casos, parciales e incompletas (si no completamente erróneas), e incapaces por ello de proporcionar las herramientas intelectuales necesarias para analizar el decurso de la economía y de la política globales del sistema-mundo.

Así, procesos como el actual enfrentamiento a cara de perro entre Estados Unidos y China, en torno a la superioridad comercial y política y sobre quién -si alguien- debe ostentar el dominio imperial(-ista) sobre el orbe, vendrían a poner de manifiesto (como, en realidad, ya lo hicieron, en el pasado, los diferentes episodios históricos de enfrentamiento interimperialista que se han sucedido desde la consolidación del primer capitalismo comercial, a partir del siglo XVI) que la idea de una clase dominante unificada (tan cara tanto a la utopía liberal de la globalización cosmopolita como a ciertas modalidades de análisis neomarxista) no es más que un ensueño. Y que, por el contrario, no solo a nivel global, sino incluso en el plano estatal (y, por supuesto, en el infraestatal), las clases dominantes están siempre atravesadas por hondas diferencias, de intereses y de cultura, que las llevan a enfrentarse entre sí, en una sucesión interminable de conflictos. De este modo, los intereses y los valores que defienden las empresas multinacionales y las pequeñas y medianas empresas; el alto funcionariado y los líderes políticos; etc., para nada tienen por qué coincidir (cuando menos, no necesariamente). Ni siquiera en el seno de un mismo estado, y mucho menos a escala global.

Observando la realidad (la actual y la histórica), esta conclusión es obvia, por más que demasiados intelectuales hayan preferido construir espectros (benévolos o aterrorizadores, tanto da), carentes de la suficiente base empírica. Y, por ello, los análisis políticos y las propuestas estratégicas de transformación sociopolítica deberían extraer, a partir de ella, los consiguientes corolarios...


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