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martes, 14 de mayo de 2019

Doubles vies (Olivier Assayas, 2018)


En Doubles vies, Olivier Assayas opta abiertamente por dotar de un tono cómico a la narración. Y, sin embargo, al mismo tiempo, buena parte de las anécdotas de la trama que estructura la historia narrada se concentran en torno a un tema que, al menos en principio, resulta ser tan serio y tan discursivo como el impacto de la innovación tecnológica digital (= digitalización + internet) sobre las industrias y el consumo culturales.

Parece haber aquí, en efecto, una paradoja: una película de tono ligero, en la que los acontecimientos que se relatan se reducen prácticamente a algunas conversaciones y a ciertos devaneos sexuales; y que, no obstante, desde el punto de vista temático (el tema sobre el que se habla y el contexto social dentro del cual se actúa), se concentra en un problema sociocultural de rabiosa actualidad, de difícil análisis y que parecería imprescindible tomarse en serio. (De hecho, las entrevistas que he leído con Assayas al hilo del estreno de Doubles vies, así como muchas críticas de la película, tienden a concentrarse en el aspecto más discursivo, trascendente, del referido contenido temático. Convirtiendo, así, esta obra en una comedia banal más, tan "francesa" -tópicamente parisina-, tan frívola,...)

Propongo, entonces, que la paradoja aparente (cine cómico -por personajes y situaciones- en torno a un tema mortalmente serio) únicamente puede considerarse disuelta si, en tanto que espectador@s, somos capaces de dar un paso más atrás y observar qué es lo que verdaderamente nos está narrando el director francés en esta película (por más que, en una aproximación superficial, tan solo hayamos visto una comedia sobre "el fin de la cultura" -tal y como la conocemos).

Si, por consiguiente, somos capaces de comprender que lo verdaderamente cómico en los personajes y situaciones de Doubles vies no es tanto la patética vanidad de sus personajes protagonistas, su extravío sentimental o sus desordenados apetitos sexuales. No, lo auténticamente cómico es que tales personajillos se dediquen a disertar sobre ese "fin de la cultura" que parecería anunciarse, sea para proclamarlo, para escandalizarse por su venida o para declararse "resistentes" frente al mismo... ¡cuando ninguno de ellos parece ser otra cosa que, justamente, agentes de esa cultura del famoseo, la frivolidad y la superficialidad que, en principio, tanto aparentan lamentar! Pues, en efecto, ninguno de los personajes protagonistas es un artista, en el sentido más profundo (estético) de la expresión: son tan solo operarios del mundo de la cultura, de su clase alta. Operarios (escritores de "autoficción", editores de moda, actrices de series televisivas, agentes de prensa de políticos que alardean  hipócritamente de "honestidad",...) que exhiben su pretendida distinción como marca de clase. Pero que, en realidad, desde el punto de vista de la creatividad y del valor estético, son nulos: tan nulos como los algoritmos digitales o la banalidad de las redes sociales, que tanto desprecian.

Se trata, pues, de trabajador@s de la industria cultural, intentando defender su monopolio: sus puestos de trabajo, el valor de cambio de sus productos, el valor posicional (elitista) de su sector productivo. Utilizando grandes palabras para defender pequeños intereses. Mientras tanto, justamente porque nada de aquello de lo que hablan, pero que no practican (la creación de obras estéticamente relevantes, la persecución de la belleza y de la sublimidad, etc.), en verdad les importa por sí mismo, sino tan solo como instrumento de ascenso y de promoción social, pueden actuar de maneras tan ridículas, patéticas y amorales como, de hecho, actúan, en su profesión y en su vida privada.

¿Qué tiene todo esto que ver, en realidad, con la cultura o con el arte? (¿Qué es lo que verdaderamente tiene que ver la cultura o el arte con la industria cultural, que los explota, aunque rara vez aporta a ellos mucho más que ínfimos escolios, apenas relevantes?)

Sí, sin duda alguna, Doubles vies es una comedia. Aunque, si se piensa bien (qué es lo que en verdad narra), resulta ser una comedia mucho más amarga que aquella que podría parecernos, si nos aproximamos a ella con los ojos enceguecidos y la mente repleta de tópicos al uso.




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