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sábado, 20 de abril de 2019

Dos ensayos de Virginia Woolf


A room of one's own y Three Guineas son dos ensayos en torno a la condición femenina, la dominación masculina y la igualdad de derechos. Son, qué duda cabe, dos clásicos del pensamiento feminista. Y, sin embargo, la extraordinaria penetración intelectual de Virginia Woolf hace de ellos aún algo más: más penetrante, más revelador.

Y es que, en efecto, a día de hoy, lo más importante de ambos ensayos no es tanto su denuncia -aunque, por desgracia, siga siendo pertinente- de la opresión que sufren las mujeres a manos del patriarcado cuanto la capacidad de la escritora inglesa para penetrar hasta el fondo, describir y revelar los mecanismos profundos de la dominación social de unos grupos sobre otros: género, clase, etnia,... tanto da, las herramientas de la dominación se asemejan, en buena medida, en todos los casos.

Así, Woolf, en A room of one's own, expone con indecible lucidez y penetrante claridad cómo el grupo social dominado (en sus ensayos, las mujeres) es despreciado por el grupo dominante a causa de su inferior virtud... cuando, como ella sarcásticamente apunta, ese menor refinamiento espiritual obedece siempre a las condiciones materiales en las que las gentes dominadas son forzadas (por sus dominadores: precisamente, por quienes les desprecian) a vivir. ¿Cómo alcanzar la excelencia (ética, estética) cuando apenas se cuenta con los medios materiales necesarios para vivir, cuando no se dispone de libertad ni de autonomía individuales, cuando hay que someterse un día tras otro de manera servil a quienes te permiten vivir (pero solo vivir)?

En Three Guineas, el punto de mira de la escritora se gira en otra dirección (complementaria): para poner de manifiesto cómo los "grandes valores" morales y espirituales (libertad, democracia, cultura, buen gusto, humanidad,...) que animan a una civilización resultan ser pura burla, vistos desde el punto de vista de los sujetos dominados, cuando desde los poderes sociales se pretende que estos se unan a la comunidad nacional, mientras, sin embargo, la dominación (que violenta todos los valores supuestamente defendidos) permanece. Lo expone Woolf al hilo de los fenómenos de la guerra y del patriotismo: ¿cómo esperar que las gentes dominadas (en su ensayo, otra vez, las mujeres) se tomen en serio las proclamas morales y los bellos sentimientos, a los que se les invita a unirse, cuando comprueban una y otra vez que dicha moralidad y tales sentimientos no les son aplicados? ¿Cómo amar a una patria que te excluye, que te explota, que te oprime?

Cuestiones que no solo entonces resultaban candentes; y no solo para las mujeres. Y es que a lo mejor más de un politicastro de las izquierdas contemporáneas, que tanto pían acerca de la falta de compromiso político de las clases populares, deberían releer a Virginia Woolf y hacerse mirar sus pretensiones (elitistas), para ver antes la viga en el ojo propio que la paja en la de aquellos a quienes dicen representar.


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