En esta su (pen-)última película (la productividad del director coreano es proverbial: ya tiene tres películas más listas), Hong Sang-soo radicaliza aún más si cabe su característica atención a las posibilidades que da la explotación de las técnicas narrativas para mostrar las diferentes facetas de "la realidad". En efecto, en Dangsinjasingwa dangsinui geot no es ya tan sólo que -como en anteriores obras del director- se desdoble el acto de narrar en diferentes piezas, capaces de presentar cada una de ellas un mismo acontecimiento desde una distinta perspectiva: es que, más allá, el desdoblamiento de la realidad se lleva hasta el extremo, hasta el punto de que la historia narrada se desdobla a su vez, en una multiforme panoplia de acontecimientos singulares, siempre repetidos y siempre distintos, cuyo estatus ontológico es presentado en la película como particularmente ambiguo...
Así, ni los personajes ni sus acciones y acaecimientos aparecen, en la historia narrada, fijados firmemente como "verdaderos": Minjung (Lee You-young) podría ser la novia de Youngsoo (Hae-hyo Kwon), ciertamente, y estar mintiendo y engañando. Pero acaso sea -como pretende- la hermana gemela de aquella quien se encuentra con otros hombres en el bar, quien consume alcohol abundantemente. O tal vez se trate de diferentes universos, aislados entre sí, aquellos en los que cada una de las acciones sucede. Quién sabe.
En todo caso, lo que a través de este notable artificio narrativo es capaz de explorar el director (manteniendo, en el plano visual, su característica austeridad: planos largos, pero no demasiado, que abarcan a los personajes que dialogan entre sí o que esperan y -parecería- reflexionan...) es el hecho de la problemática, bien que esencial, relación entre identidad e historia; aquí, referida al plano estrictamente individual. Pues estamos demasiado acostumbrados a definir aquello que somo por aquello que hemos sido: tu relación conmigo suele hacerse depender, en efecto, de qué me hiciste (dijiste, sentiste) en el pasado, hasta llegar a hoy, y de cómo yo reaccioné, y sigo reaccionando, ante ello. Pero, ¿qué sucedería, entonces, si yo fuera únicamente este yo actual, sin historia pasada, ni tú fueras otra cosa que tú mism@, tu cuerpo presente y tu actual mente? ¿Si cada encuentro fuese completamente nuevo? (Idea esta que ya exploraba, desde otro punto de vista, Michel Gondry en su Eternal sunshine of the spotless mind, 2004.) ¿Si, en realidad, apenas pudiésemos esperar firmeza en cuanto a las creencias, valores y motivaciones del/la otr@?
Pues ocurriría, justamente, aquello que Dangsinjasingwa dangsinui geot relata: que asistiríamos a una sucesión irregular de torpes intentos de entablar relaciones, de dialogar y entrelazar los afectos, entre sujetos psíquicamente inestables y con vocación de pronta desaparición. Que ello apenas permitiría abrigar fundadamente expectativas o albergar sentimientos de seguridad: obligaría, pues, a convivir de manera íntima con lo transitorio, lo perecedero, lo inestable y lo ambiguo del existir.
Pero, ¿no somos nosotr@s, en verdad, tales sujetos, irremisiblemente atados a la contingencia? ¿No es nuestra sensación de firmeza y de decurso temporal una pura fantasía narrativa, construida (ideológicamente) tan sólo gracias a los recursos de nuestra mente para la imaginación? ¿No vivimos en realidad en una incertidumbre semejante a la de los personajes de la película de Sang-soo?
Tales son las cuestiones -capitales, en términos filosóficos, pero también existenciales- que evoca una película tan sugestiva como la que hoy comento. Y lo hace, además, sobre todo a través del óptimo aprovechamiento de las posibilidades narratológicas del dispositivo cinematográfico. Justamente, los dos rasgos que han de caracterizar a una obra de arte que pretenda resultar, desde un punto de vista estético, sobresaliente.