Ah-ga-ssi narra un proceso de liberación. En su historia, en efecto, se viene a poner de manifiesto la manera en la que todo lo relacionado con la vida sexual de las personas constituye siempre, en el caso de la especie humana, un fenómeno mixto, entre lo biológico y lo cultural. Y, en concreto, representa fielmente cómo una misma especie de conducta desde el punto de vista físico (aquí, conductas relacionadas con el coito y con la excitación sexual) puede, sin embargo, portar significados radicalmente diversos, y aun contrarios: realizar conductas eróticamente excitantes y mantener relaciones sexuales puede ser, de este modo, tanto una forma de ejercicio del poder (o de la sumisión a la dominación) como una praxis de libertad.
Así, la película relata el curso de las oblicuas estrategias
a través de las que dos mujeres desarrollan, al tiempo, su atracción mutua, la
elusión de las estructuras de poder (de clase y de género) que las vienen
atenazando y, en fin, la capacidad para hacerse dueñas de su propio destino, de
recuperar su autonomía (la autonomía de sus cuerpos y de su sexualidad,
principalmente).
Todo ello, aparece narrado a través del recurso a las
convenciones dramáticas del thriller
erótico, con la adición de algunos componentes propios del cine historicista.
Y, en términos formales (audiovisuales), aparece narrado
además mediante una formalización visual explícitamente barroca: ostentosa
tanto en la composición de los planos como en la selección de los movimientos
de cámara, como también en la decisión de no resaltar a través del montaje la
sucesión de tiempos dentro del relato, sino dejar a la interpretación del/la
espectador(a) el establecimiento de dichas cesuras.
Park Chan-Wook opta, por lo tanto, por mantener su habitual
opción estética por una puesta en forma audiovisual que llame la atención abiertamente
acerca del artificio de la representación cinematográfica que se está pudiendo
contemplar. Ello, en este supuesto concreto, resulta particularmente
pertinente, puesto que contribuye a hacer más patente el hecho de que lo que se
está mostrando no es –o no tan sólo, cuando menos- un proceso “natural” (de
relación sexual, de enamoramiento, de persecución del lucro, de supervivencia),
sino que constituye además la mostración de dinámicas socioculturales (de
deseo, de interacción corporal, de práctica de la libertad, de ejercicio de la
dominación), atravesadas por las estructuras de poder y por las ideologías que
las acompañan. En este caso, pues, el recurso a las convenciones genéricas,
cuando, como es el caso, son destripadas, no obstante, luego por la forma que
adopta su representación visual, parece una forma estéticamente muy adecuada de
aproximarse a hechos tan evanescentes (pero tan reales) como la sujeción y la
libertad.