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sábado, 1 de abril de 2017

A esmorga (Ignacio Vilar, 2014)


En una película como A esmorga (adaptación de una conocida novela gallega, estilísticamente afín al tremendismo literario, tan frecuente en la literatura española de la posguerra civil), la clave del efecto de la narración estriba en la capacidad de la puesta en forma audiovisual para representar, de cara al/la espectador(a) (en este caso, principalmente, al espectador, masculino), la dinámica de inmersión en la relación sexista y masculina (con innegables aspectos homosexuales) que se entabla, hasta el punto del desenfreno y la histeria, entre los tres personajes protagonistas, todos ellos marginados, todos ellos incapaces de integrarse adecuadamente en la patriarcal y caciquil sociedad en la que viven.

La esencia de la película reside, pues, en un plano, repetido -con ligeras variaciones- en numerosas ocasiones a lo largo de la misma (de hecho, se reproduce asimismo en el trailer, que se puede ver más abajo): los tres protagonistas, enredados en su relación, a caballo entre la "amistad entre hombres", la homosexualidad y el desenfreno con vocación de olvido, abrazándose, riendo (por no llorar), bebiendo y regodeándose en lo bebido, en las "faenas" que llevan a cabo (entre el homicidio y el incendio, entre la violación y el hurto)... sin que el espectador sepa exactamente dónde reside la gracia de lo que contempla. Todo ello, mostrado a través de un recurso estilístico que se emplea de manera un tanto repetitiva a lo largo de la narración: planos envolventes, en los que los tres personajes, debatiéndose en su ansiedad y en su (demasiado aparente) euforia, son rodeados una y otra vez por la cámara, al tiempo que ellos mismos giran, sobre sí mismos y en torno a los cuerpos de sus compañeros. En una ostensible rueda sin fin... y sin salida.

Precisamente, el valor estético de la película existe en la medida en que resulte real esa capacidad para transmitir la sensación de ahogo, existencial y social, que los personajes ebrios y aparentemente alegres están experimentando. Ocurre, sin embargo, que la reiteración de situaciones "cumbre", y la repetición constante de las formas de representación audiovisual de aquellas, limitan la verosimilitud de la narración, de cara a un espectador que -como el actual- no tiene ya que dar necesariamente por buenas las convenciones, propias de la literatura tremendista de mediados del pasado siglo, en las que la película se inspira. Vista, pues, con ojos contemporáneos (dejando de lado, por lo tanto, su condición de adaptación literaria), A esmorga no pasa de ser un curiosísimo ejercicio (original, sin duda alguna, en el panorama audiovisual presente, eso sí) de cultivo de temas y de modos estilísticos llamados en principio a provocar impresiones llamativas y "fuertes" en el espectador. Pero que, en la actualidad, dudosamente es capaz de producirlas efectivamente. Quedando, entonces, la película como un curioso intento de adaptación literaria, de una literatura ya un tanto pasada de moda en su pretensión de resultar efectista. Como lo es también, precisamente, esta obra, en tanto que adaptación cinematográfica -no particularmente original, en el terreno formal- de tales pretensiones.




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