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martes, 14 de marzo de 2017

Henry James: The wings of the dove


Cuando un(a) lector(a) no avisad@ se enfrenta por primera vez a la narración de The wings of the dove, generalmente recibe –ese, al menos, fue mi caso- una impresión de confusión. Parece existir, en efecto, una extraña distancia, una notoria tensión, entre aquello que es narrado y las maneras narrativas, máximamente elusivas, a través de las cuales se expresa y representa.

Se trata, pues, de un problema (si por problema pudiera tomarse, y no –como a continuación se mantendrá- por desafío) que tiene que ver con la forma que adopta la voz narrativa. Y es que ocurre que una trama en torno a las vicisitudes necesarias para la constitución, acorde con las convenciones, de una pareja burguesa, respetable, y a las inmoralidades (y consiguiente pérdida de la inocencia) a las que tal aspiración les obliga a perpetrar, se convierte, en su manifestación textual, en un ejercicio de profusión del estilo indirecto libre, como expresión –que se pretende completamente acabada- de las torturadas relaciones de cada uno de los personajes principales con su conciencia (moral) y con su consciencia (de la significación de sus acciones y de su posición, tanto en la vida social como, más en general, en el universo).

El desafío, entonces (de naturaleza en principio formal, aunque, veremos, no sólo), estriba en ajustar hasta el extremo las formas expresivas empleadas a la evolución de los escurridizos procesos mentales, motivaciones y tomas de decisiones de los personajes. De manera que la representación del curso del desvelamiento, cara a los personajes, de la significación auténtica de sus decisiones y de sus acciones, de sus motivos y de las consecuencias, morales y materiales, de sus actos tenga una correspondencia muy precisa en el grado de opacidad, progresivamente declinante, de la expresión literaria. Una expresión que se vuelve paulatinamente más transparente e inteligible para el/la lector(a): justamente, a la vez (diríamos mejor: en –afortunado- paralelo) que su contenido lo es también para los personajes.

Por supuesto, un desafío estético de una naturaleza tan radical como el que Henry James emprende y desarrolla en esta novela no puede ser conceptuado únicamente (aunque, desde luego, también lo sea) como un logro formal; menos aún, como mero alarde. Pues, además de constituir una contribución irreemplazable al desarrollo de la estilística narrativa, ocurre asimismo que la novedosa técnica empleada contribuye a construir una representación mucho más acabada de aquello que, en el fondo, constituye la materia central de la narración de The wings of the dove: la dificultad, próxima a la imposibilidad, de interpretar adecuadamente la propia mente y las propias acciones desde la perspectiva de primera persona; lo engañoso, pues, de tal perspectiva, pretendidamente privilegiada, pero sometida a toda suerte de eventualidades (autoengaño, debilidad de voluntad, ensueños, etc). La abierta distancia, prácticamente asegurada, entre nuestra auto-interpretación y el punto de vista externo acerca de quiénes somos. Y la ineluctable tensión que ello introduce, por fuerza, en el desarrollo de nuestras personalidades y el curso temporal de nuestras existencias, así como en las relaciones que pretendemos entablar y mantener con nuestros prójimos.


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