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martes, 15 de noviembre de 2016

Elles (Malgorzata Szumowska, 2011)


Elles se presenta como una película en torno al tema (siempre polémico, casi siempre sensacionalista) del trabajo sexual: narra la interacción entre una periodista de clase media acomodada y dos mujeres jóvenes que se dedican a dicha actividad.

Lo más desconcertante de la película, no obstante, resulta ser el gran número de reticencias con las que de hecho su narración se aproxima al tema teóricamente abordado. En efecto, en tanto que retrato ajustado de la realidad -variopinta- del trabajo sexual, Elles no puede ser tomada en serio, ni cuando retrata a las mujeres ni cuando describe a varias figuras distintas de clientes.

Parece evidente, en este sentido, que a la directora le ha interesado, antes que profundizar en el universo social del trabajo sexual, la relación que se establece entre dicho universo (marginal y marginado) y otro, en principio tan diferente, como es el de las clases medias acomodadas "progresistas" y bienpensantes: aquellas, en suma, que constituye las receptoras del discurso, entre paternalista y autoritario, con el que se suele abordar, desde cierto "progresismo" (incluido el progresismo sedicentemente feminista), la cuestión del trabajo sexual y de su tratamiento jurídico, político y sociocultural.

La cuestión, me parece, es que dudosamente esta atención a la dialéctica entre trabajadoras sexuales y quienes, desde una supuesta superioridad moral, se aproximan a ellas y a sus vidas produce en la película algún resultado de interés. Pues, puestos a buscar revelaciones o enseñanzas en la narración, es de suponer que hemos de concluir que, en la práctica, Anne, la periodista (Juliette Binoche), se encuentra en realidad tan sometida a la dominación masculina como lo están las dos trabajadoras sexuales a las que entrevista. Que el intercambio (sexual, de cuidados,etc.) que tiene lugar entre la mujer y el varón en un matrimonio configurado conforme a parámetros pequeño-burgueses no se aleja tanto del intercambio entre la trabajadora sexual y su cliente. Que acaso resulte, incluso, más gravoso para la mujer que este último, por más exigente, universal, permanente... e igual de insatisfactorio (o más, a tenor de las mayores expectativas suscitadas).

Todo ello puede ser verdad, o al menos una parte de la verdad. El problema, sin embargo, es que se trata de conclusiones demasiado teóricas, que apenas tienen fundamento en las imágenes y en las acciones que forman parte de la narración. Resultan, pues, inferencias artificiosas, "sobreimpresas" (por las propias creencias del/a espectador(a)) sobre una narración que transita, en mi opinión, sin rumbo claro y sin resultados dignos de aprecio. Pues es, justamente, esta artificialidad, esta impotencia de las imágenes para proporcionarnos conocimiento acerca del tema tratado por la narración, lo que pone de manifiesto las limitaciones y el fracaso de un intento narrativo.




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