Extrañísima película, esta, pintoresca, a causa de la evidente colisión, dentro de ella, entre secuencias elaboradas en diferentes estilos, y aun de distintos toques estilísticos que aparecen dentro de la misma secuencia.
En efecto, una película que, desde el punto de vista temático, bebe abiertamente del género criminal, sin embargo, es formalizada a través de recursos que aúnan (sin llegar, no obstante, a armonizarlos) recursos formales procedentes de la tradición cinematográfica del género, pero también algunos otros más propios del "cine modernista". Y, en particular, de esa nouvelle vague que se anunciaba, en el cine francés, en aquellos momentos.
Aparecen, así, escenas de tensión, de persecución, de violencia; también una relación amorosa clandestina y destructiva, ambición de ascenso social y un fatum ineluctable. Pero, en otro aspecto, hay igualmente soliloquios, dirigidos directamente a cámara por algunos personajes, divagaciones, paseos desorientados, el puro transcurrir, lento y desesperante, del tiempo...
(La misma música extradiegética, magistral, de Miles Davis, se acoge también a esta rara mezcla de clasicismo y modernidad...)
(La misma música extradiegética, magistral, de Miles Davis, se acoge también a esta rara mezcla de clasicismo y modernidad...)
Así, Ascenseur pour l'échafaud aparece como un extraño producto cinematográfico, apenas inteligible (o, si se quiere, inteligible de manera simultánea en sentidos abiertamente opuestos, en abierta tensión), a causa de su abierta ambigüedad estilística. Pero un producto que, sin embargo, fue capaz de ubicar a su director, Louis Malle, con este su primer largometraje, en su vaga posición, entre el cine más convencional y la apertura a la modernidad. Pocas veces una película ha sido, al tiempo, tan imperfecta (pero sugestiva) y, pese a ello, tan significativa.